sábado, 8 de diciembre de 2007

POESÍAS EN CASTELLANO

VIAJES Y SUEÑOS
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Cuando aún era un niño escuche este

consejo: Planta un árbol, recorre el

mundo, cría una familia, escribe un

libro y te podrás llamar un hombre.

Vaya, entonces, este poema para el

cerezo que de niño planté en la huerta

de nuestra casa y que llagó a ser un

precioso árbol.



EL ARBOL y EL LIBRO


Planté aquel árbol

con esa mímica de los mayores,

lo cuidé como las flores

y los dos emprendimos un viaje

por distintos puntos cardinales.

Por caminos horizontales

me marché en busca de mis amores

y material para mi libro.

El árbol cogió el camino vertical,

echó raíces en su tierra,

levantó su copa al cielo

y esperó allí a que los pájaros vinieran.

Pasaron los años, más de medio siglo,

y a la sombra de aquel árbol

me senté con mi libro.

Repasando las hojas

del camino recorrido

de aquel árbol tuve envidia.

¡Qué gran señor se sentía

arraigado en su tierra

proyectando con su sombra

la medida de su grandeza!

Las hojas de su copa

y las hojas de mi libro,

contaban dos historias distintas,

pero en algo parecido:

Los dos tuvimos nuestros nidos,

sus pájaros volaron,

y mis amores se han perdido.

El árbol proyectaba

la sombra de lo que era,

y yo una sombra de lo que he sido.

***
Para aquellos que un viaje les robó

demasiado temprano la infancia.



VIAJEROS DEL AGUA


Viaja, viaja, viajero del agua,

que la mar es muy ancha

y la tierra no es nada

yo recuerdo la aldea

cuando la tormenta pasaba

los niños corrían por los caminos

jugando con los regueros,

haciendo pozos con el agua,

espejo regalado

que la naturaleza les brindaba

donde veían un mundo al revés

y se asustaban.

¡Ay qué hondo se ve el cielo,

qué miedo me dan las charcas!

Ahora la distancia que nos separa

es más ancha que la mar,

es más honda que toda el agua.

Es ese viajar, viajero, es ese viajar:

los pájaros en el cielo

los barcos en la mar,

y en la inmensidad

las estrellas solitarias

solas y calladas

sin puertos ni esperanzas.

Yo recuerdo los montes

cuando el viento soplaba.

¡Cómo cantaban los pinos,

cómo la lluvia lloraba!

Ahora la distancia que nos separa

es más dura que los montes,

va más lejana que el viento

y es más triste que el llanto.

Es ese viajar, viajero, es ese viajar:

por los valles los ríos,

por los caminos la soledad,

y ese tiempo que se marcha

y que nadie sabe a donde va.

Yo recuerdo los prados

cuando la primavera llegaba,

cubiertos de flores,

de riachuelos salpicados,

y aquella moza que segaba

con una canción en los labios.

Como el amante que golpea

a las puertas de su amada

así mi corazón golpeaba

a las puertas de mi pubertad dormida.

Ahora la distancia que nos separa

y las canciones que ella cantaba

como dos notas iguales

se cancelan y ya no son nada

Pero los recuerdos al andar

son como la hierba mala

que retoña con más fuerza

cuanto más es cortada.

Ese fino equilibrio

que al dejar los lares ya se parte

es como un péndulo colgado del alma

oscilando en todas direcciones

sin centro en ninguna parte.

Y cuando el péndulo

en algún lugar se pare,

oscilando hacia el pasado,

como queriendo recuperar sus pasos

verá el viajero del agua

como en las charcas de la tormenta,

solo la infantil imagen de su pasado.

Un modesto homenaje a los dos

primos de Batán


MUERTE EN LAS CATALINAS


Mira primo, mira hermano,

qué rojo se va el día,

qué sólo se queda el campo.

El sol, fuego de los montes

y sombra de los prados,

caía como un chaparrón de sangre,

sobre los montes de Xalo.

Barcia honda y extraña,

se iba quedando dormida

en la Rivera acostada,

mientras grillos y carros

por todas partes le cantaban.

El río que la bautizó y la baña,

suave culebra de sombra y agua,

por toda su cuerpo se arrastraba.

Por los montes de Sarandones

lo hombres de Altamira

las piñas recogían

y sus caballos cargados

ya empujaban la cuesta

por Tabeayo arriba.

Los dos primos hermanos

vieron aquella tarde tan bella

como nunca la habían imaginado,

y por un tiempo la quedaron mirando.

Pero, pensando en esas cosas

que las noches traen,

en su viejo molino se refugiaron.

La noche ya por los montes venía,

y bajo los pinos de Cruz de Veira

los gitanos de Andalucía

sus tiendas tendían.

Se acostaban con las navajas abiertas,

tenían sueño pero no dormían,

que el miedo llamaba a todas puertas

y donde puertas no había.

La vieja de luto

que habitaba nuestra campiña,

con sus falsas tradiciones

y ruecas de envidia,

todas las noches giraba los husos

en cuyas muescas

la traición se envolvía.

Hila que hila quién sabe lo que hacía:

en los telares antiguos,

nuevas promesas tejía.

Madeja de palabras fingidas

que abren las puertas del alma

aunque de miedo estén hinchadas.

Por los mesones soplaba el viento,

por el Mesón del Viento el viento venía.

Desde los montes de La Cabra

a las llanas Traviesas saltaba,

dejando un llanto amargo en las espinas

pisando montes duros hacia las Catalinas.

Que allí donde la piedra arrancó la dinamita,

también la pólvora arrancó tiernas vidas.

¿Por qué ladran tanto los perros?,

¿Por qué tanto los mochuelos pían?

Se preguntaba la gente

haciendo que dormía.

Los castaños con sus hojas afiladas

toda la noche serrucharon el viento

por Batán arriba

y la noche pequeña quedó partida.

La mañana, que ya en las gargantas

de los pájaros se agita,

viene tambaleando

por los caminos hondos

donde la pelea aun palpita,

apagando los cigarrillos con vida

en las pozas de sangre

que aquella mañana

por toda la cuesta crecían.

En el panteón de Carral

los Mártires de Galicia,

con un siglo de silencio,

y otro medio sin justicia

rompieron la piedra donde dormían,

mientras que por la villa arriba,

con camisas nuevas,

paseaban los falangistas.


Este poema va dedicado a la

memoria de mis abuelos.


LOS ABUELOS


En aquellas noches largas,

largas como las sombras negras,

cuando los sueños no tenían prisa

y al calor de la lumbre

se iban encendiendo recuerdos,

hilando fantasías

bonitas historias

me contaban mis viejos.

¡Qué extraños cuentos!

El encanto de los encantos

y la resurrección de los muertos.

La abuela, cubriéndome de besos,

tendía el regazo

y en sus largas piernas

me hacía una cama de huesos.

El abuelo, con su navaja nueva

que comprara en la romería,

pelaba las castañas,

nos miraba y reía.

La abuela cogía el huso y la rueca,

y como hilando su pasado,

iba acercando recuerdos.

Sus manos flacas

como mariposas blancas

de la rueca al huso danzaban,

mientras que por mi cabeza

como hilos pasaban

las fantasías de la vieja:

Era una vez una princesa muy buena

perseguida por infieles,

que las hadas se llevaron

a un país de ensueño.

Allí la alimentaron las aves,

la cuidaron las fieras

y entre rosas hermosas

creció feliz y contenta.

Pero, como todos los encantos,

un día se irá a la mar.

¡Ay si tú la pudieras desencantar!

Y yo, asomado a un mar de ilusiones,

esperaba ver la princesa pasar.

Los días se fueron perdiendo lentos,

como se perdieron aquellos viejos,

como se perdieron aquellos cuentos.

A la mar se fueron todos los encantos

de aquella infancia florida

donde la felicidad hoy perdida

ya era una burla que acechaba.

Después vinieron tristes días

en aquel bucólico cementerio

despedidas amargas

en la dársena de aquel puerto.

Y la ingenua dulzura

de mis infantiles sentimientos

se encontró con un mundo lleno

sin lugar para tales cuentos.

Y ahora que ya estoy despierto

y ellos su eterna fantasía duermen,

recuerdo triste la noche que se fueron

y también parece un cuento.


A los viejos y destartalados molinos

gallegos, que tanta alegría dieron a los

hogares con su trabajo.


EL MOLINO


Te has caído viejo,

te has derrumbado

con tu calzado puesto.

Mudo y quieto yaces en el suelo,

con tus grillos y murciélagos

en tu cama de musgo y hiedra,

agua blanda y duro invierno.

Viejo con alma de teja y piedra,

pies de granito y andar de rueda.

Y ahora que eres todo abandono,

postrado en tu silencio

¿quién de ti se acuerda,

pequeño guardián de arroyuelos?

Tú que sabías tantos cuentos,

de bocas hambrientas,

amores y miserias

¿qué fue de aquella sonrisa

harinosa de piedra?

¿Qué fue de aquel andar seguro y terco

hoyando con solera las cosechas?

¿Que fue de aquellos grillos rendijeros

que abrían con su canto apagado

las puertas de tu silencio?

'Todo se derrumbó, piedra a piedra,

como las catedrales

y ciudades enteras.

Te fuiste como se van los viejos,

víctimas de la soledad y del progreso.­

Pero aunque eres todo abandono

yo si que te recuerdo, pobre viejo;

porque yo recuerdo, como tú recuerdas,

sin pan la alacena,

y sin trigo las eras.

Poro cuando tu primitivo mecanismo

se ponía al apero

ya en el horno barrigudo

la húmeda leña ardía

y nosotros los chiquillos

nadábamos gritando

entre palas y rodillos

pidiendo bollos de dos cuernos.

A todas las viejas gallegas que,

después de tanto sembrar, en la tierra

y en su carne, se quedaron solas

sin nada en el regazo.


LA VIEJA Y EL SEMBRADO


Cuántos pájaros levanta la tierra,

cuánta tierra levanta el arado.

Qué duro calienta el sol,

qué verde ondea el prado.

Qué será de esa tierra,

dónde irán esos pájaros,

cuándo el labrador ya cansado,

sienta ese beso extraño

que en el último momento

la muerte deposita en los labios.

La vieja, sentada en el vallado,

con la sombra en la cabeza

y el sol en el regazo,

estaba sola, triste y pensando.

Pues en esos días de sol y sembrado,

cuántos recuerdos vienen a la cabeza,

cuántas memorias a los brazos.

Y qué triste quedarse tan sola,

con una cosecha tan pequeña

en medio de tan grande sembrado.

Lo que la tierra le dio

la tierra se lo ha llevado.

Ella ha visto al tiempo sátiro

de labrador disfrazado,

con su media luna negra

la cosecha en filo cortando.

Rosas y espigas

caerán tarde o temprano;

pues aún las casas

de dura piedra y negro barro

se derrumban con la pena

cuando las han abandonado.

Mientras tanto

por las aldea de tierra

la vida sigue rodando:

las piedras dormidas

y los perros ladrando.

De los caminos hondos

salen los hombres cansados,

con sus frentes de fuego

y sus herramientas de palo.

Solo piensan en una cama

donde tirar su cuerpo quebrado

mientras la semilla que sembraron,

en las entrañas de la tierra

ya sueña con la aurora de los astros.

***
Homenaje al arado de palo.


EL NIÑO Y EL ARADO


Los surcos eran de tierra,

su voluntad y el arado eran de palo;

su deseo de hombre, de niño su cuerpo:

los pájaros y su alma eran del cielo.

Y qué contento sembraba,

en su carne y en la vega

con esa ansia de vivir

que a los jóvenes alimenta.

Al llegar a la orilla

levantó sus ojos al cielo,

y secándose el sudor de la frente,

vio, en la línea del horizonte,

una máquina como un pájaro de hierro

y el joven se maravilló

de ver algo tan moderno.

Siguió labrando tierras y sueños;

pero un día llegó a la orilla

y no pudo dar la vuelta,

porque de tanto labrar

se había hecho viejo.

Secando el sudor de la frente

levantó los ojos al cielo,

y vio en la línea del horizonte

una máquina de fuego,

con un derroche tal de fuerza

que parecía un trueno.

El viejo bajó sus ojos al suelo

y viendo lo caduco

que quedaba el apero,

murmuró entre dientes:

Qué desparejo marcha el progreso.

Dedicado a las dolorosas

pesadillas que nos hacen ver

lo cruel que es la muerte.


CALAVERAS DE LA LUNA


La noche que se cierra

va pintando los campos

de negro con su sombra

y sobre la verde alfombra

que el campo dormido cubre

en la oscuridad se escurre

un llanto amargo de las nubes,

y andando a su compás

me pregunto qué serán

cuando las siento gotear.

Porque su espectro

a todas partes me persigue

y esta soledad que me aflige

me va matando de miedo.

Ayer, cuando la tarde moría,

vi caer sobre los tejados de la aldea

un remolino de brujas feas,

cargadas de huesos y cadenas

con calaveras de luna.

Iban de fiesta

en una orgía de llanto,

con lutos blancos

para disimular las penas

y hacia los camposantos

me fui con ellas.

Aquella tierra gris vestía,

¡ay de la vida ironía!

un bello manto de flores;

pues sobre la tumba de mis amores

así la hierba crecía.

¿No es triste, brutal naturaleza,

no es triste soñar estas cosas?

Que sobre los cuerpos viciosas,

después del amor crezcan así las rosas.


A las mujeres fieles, que desperdiciaron

su vida esperando al viajero que nunca

regresaría.



LA ESPERA


¿Te acuerdas de las noches aquellas

que a orillas del río

nos jurábamos amor por las estrellas?

¿Te acuerdas cuándo nos despedimos

que en el reflejo del agua

con nuestros besos nos fundíamos?

¡Qué noche aquella!

Sola dulce y apagada,

el cielo en el agua,

encendía candiles,

y mis labios tiernos,

por la fuerza del amor heridos,

se rompieron en un llanto de abriles

como las gotas del rocío.

Con alas de cera cantaban los grillos

y con gargantas de piedra

cantaban los molinos:

los juncos nos miraban

afilados como cuchillos.

¡Con qué dicha y placer

en mis brazos te apretaba!

Y cuando me hablabas de volver,

pensaba que ya de vuelta estabas,

así no sentía la tristeza de que partías,

sino la alegría de que llegabas.

Té esperé cada momento,

que como un dolor se iban lentos,

­y cuanto más el movimiento deseaba,

para que el tiempo terminara

y tú volvieras,

más lenta la rueda del mundo giraba,

haciendo agonizar pesadamente

la dicha que tanto esperaba.

Sin embargo,

los días se fueron sin pausa,

y cuando ahora miro el sendero

por donde sigilosos se marcharon,

me parece que muy veloces huyeron.

¡Y qué triste la huella que dejaron!

Amargura, nostalgia y desengaño,

dándome a comprender, tardíamente,

¡ay realidad triste!

que todo cuanto para mi fuiste

comparado con la espera

no eras nada.

A fuerza de dormir

con la luna en los cristales

mi cuerpo fue quedando desnudo y frío

como el invierno de los árboles.

El tiempo sátiro tomó de mis labios

lo que tú dejaste;

por donde tú te fuiste

se fueron los años.

La carne dejó los huesos

y la sonrisa dejó los labios...

y cuando todo así acaba

es que la espera ha terminado.


A esa amiga que casi hemos olvidado

y que de pronto salta en nuestro

camino tan bonita y fresca como

el primer día, pero ya con otros

recuerdos.



LA TORMENTA


Cuando se me había borrado

la idea de ti y de aquel pasado,

y sólo en el fondo de la esencia

dormida quedaba el recuerdo

de que alguna vez te viera,

hoy saltas en mi camino

como una tormenta de verano

que no se sabe de donde viene:

bella, fresca, encantadora,

como si aun fueses lo mas bonito

que mi alma sedienta adora

en lo remoto de aquel pasado.

Juega el destino con la vida

como juega el viento en el camino

con las hojas abandonadas.

Cuántas tardes cantaron los grillos,

cuántas mañanas los gallos cantaron;

las cosas que habré yo perdido,

las cosas que habrás tú soñado.

Mas ahora que el viento de la vida

nos barrió a esta orilla

como un desperdicio,

por qué no revivir conjuntamente

-como hace tanta otra gente-­

alguno de aquellos recuerdos dormidos.

Porque esta forma de ser

y este olfato tan fino,

bien me hacen comprender

que aunque estás aquí,

tú no estás conmigo.

Ay si yo pudiese,

con una sola palabra

alcanzar todo ese pasado

en tu mirada perdido

y convertirme en un solo recuerdo

para ser la paz de tu olvido.

Pero ese pasado que tuvimos

es como una marea,

que empujada por el viento y la luna,

se acerca una vez a la orilla

y después se marcha sola.

A veces la vida, andando al revés

como anda el cangrejo,

hace del presente un espejo

de otro momento que se fue.

Y el alma triste y dolorida,

busca en los labios presentes

la dulzura que en otros labios ha perdido.

Y ese llanto que se asoma a los ojos,

desde lo profundo de las entrañas,

no es más que el pasado,

que se diluye en los párpados

como la noche su rocío en las hojas.




EL GATO Y LA LUNA


Una noche muy quieta,

una de esas noches,

acústicas y soñolientas;

de esas que cualquier movimiento

de un ser nocturno rompe con su eco;

una de esas noches, iba yo diciendo,

me encontraba acostado en mi cama,

pensando sobre aquel silencio,

observando un rayo pálido

que la luna fría de enero

acercaba bondadosa a mi ventana.

De aquella forma, pensando

tratando de recordar

otra noche como aquella,

mi alma se fue llenando

de una extraña y casi dulce tristeza;

pero aquella luna,

que de noches estaba llena,

marcando elípticas

se marchó a otras tierras,

dejándome solo

con aquel vivo recuerdo.

Al pronunciar su nombre,

que en la noche rompió el silencio,

aquel gato morriñento

que de la misma noche parecía hecho,

como un ser humano torturado,

dejó escapar un grito horrendo.

Entonces, como si fuera un espejo,

vi su rostro en aquélla luna,

momia de cera pura

cubierta de añoranzas

que, una a una, fueron resurgiendo

como una amargura.

Era, sin duda aquella luna,

espejo, ilusión o figura,

reflejo de su sombra

y sombra de la luna.

Era nuestro pasado allí escondido,

como un reflejo magnético

aprisionado entre las brumas;

como la luz entre las noches

y las noches entre las tumbas.

Sentí todo el miedo

de un sueño que repugna,

toda la confusión de un despertar.

Mis huesos en la carne crujían

como los ejes imaginarios

de un mundo que se detenía.

Y las sombras se inclinaban,

y perdían el equilibrio.

Entre los sonidos,

que podrían ser lamentos,

carcajadas o burlas,

se desintegró la pesadilla,

quedando tan sólo en la ventana,

los ojos brillantes del gato,

que como dos brasas

observaban el derrumbe.

Lo mejor del viaje es la esperanza,

y no la llegada.



VIAJANDO CON ESPERANZA


Recuerdos de una primavera

Son las hojas abandonadas

Y todas las cosas que tú recuerdas.

Esos momentos que tuvimos,

la dulzura de tus palabras

y la atención de mis sentidos

todas cosas bellas fueron

pero ahora se han perdido.

Era yo una vez un viajero

sediento y cansado,

y tú la posada lejana,

el vino alegre y la cama blanda.

Tú estabas deseosa de noticias

y yo te traje todas las historias

de un largo camino andado.

Mas ahora que todas las llamas

de la noche han ardido,

que no hay más historias que contar

y todas las cuentas se han rendido,

es la hora de marchar,

que otras historias

esperan al viajero en el camino.

No te pongas triste, amiga,

que aún que es triste la despedida,

la tristeza no es mas que una medida,

de esos momentos buenos que tuvimos.

Pero el viajero aprendió

por esos caminos,

que la vida es un andar y andar,

y por bello que sea el encuentro,

viajar con esperanza

siempre es más bonito que llegar.

Para aquella amiga que conocí allá lejos

y hace y tiempo.


VIAJE A LOS ARRABALES


Ella era una mujer que soñaba

con cosas que no estaban de moda.

Pero le gustaba un cigarrillo extranjero

entre sus dedos delgados.

Yo la invité a los arrabales.

Fuimos de noche,

y en el río, entre una niebla oxidada,

se movían las barcazas

de petróleo manchadas,

que se arrastraban como bacteria

por aquella ciénaga sin peces.

Sus mejillas se iluminaban

de un color oxidado

de hierro y chatarra.

Como la Laguna Estigia

al otro lado el olvido reinaba.

Por las sucias calles

los perros deambulaban.

Los cigarrillos encendidos,

que iluminaban las puertas apagadas,

dibujaban caras extrañas

que con sospecha nos miraban.

Llegamos a una casa de madera,

pintada de vivos colores

con cuadros de almanaques.

Y al compás de una música vecina,

solos, sin levantar sospecha,

hablamos de nuestra infancia

para conocernos,

desnudos como los árboles en invierno.

Y cuando los pájaros

despertaron nuestro sueño,

nos marchamos en silencio,

como si las palabras ya no existieran.

Cruzamos el puente y vimos los trenes,

las fábricas y las negras chimeneas,

y los niños descalzos

como sombras en la niebla.

Y aquel río lleno de barcos

confundidos con la miseria,

cargando la riqueza

que las naciones ricas esperan...

Ella miraba pensativa todo aquello

y comprendió muchas cosas,

porque yo no le pregunté nada,

pero apretó mi mano

como si me respondiera.


Le dedico este poema a mi hermana

que murió siendo una niña.



LA MUERTE DE UN ANGEL


En el valle sombrío, no de hojas lleno,

sino de una misteriosa soledad cubierto,

se palpaba toda la tristeza

del mundo de los muertos.

Pesada como si arrastrara cadenas,

por mi garganta andaba la pena,

negra y fría como una tormenta.

Las aves nocturnas del invierno,

como fantasmas, volaban cielo arriba

formando una letra.

Y en el río las garzas friolentas,

con los pies en el agua

soñaban con otras primaveras,

mientras que arriba en la cuesta,

una lechuza reía borracha

en la copa de un árbol

brindándole a la fiesta.

Las ventanas de castaño viejo

despedían la luz opaca

que en los candiles ardía adentro

y las viejas de luto,

en grandes calderos,

teñía los vestidos

para hacerlos más negros.

En los pinares oscuros

piaban los mochuelos.

Por los corredores del cielo,

con muchas llaves en el llavero,

corriendo va san Pedro:

no acierta con las puertas,

que un ángel se está muriendo.

¡Ay, padre, que veo!

Estrellas de plata

por la chimenea están cayendo.

Calla niña, mi ángel pequeño,

que tú y yo iremos a san Pedro

con una empanada muy grande

y una cesta de huevos.

En la sonrisa del ángel pequeño

se dibujaron muchas romerías

con vestidos nuevos,

mientras sus ojos se cerraban

ya camino del cielo.

Dedicado al bonito despertar

de cada mañana, que me ha liberado

de tantas pesadillas.



UNA VENTANA PARA EL CIELO


Algunas noches,

desde mi cama,

mientras pienso,

miro la ventana

como un camino para el cielo.

Y pienso, que apenas me duermo,

mi alma, como un niño travieso

que nunca duerme la siesta,

se marcha por ese camino

hasta los confines del universo.

Pero, con cada despertar que tengo,

como si no encontrara nada

otra vez vuelve a mi cuerpo.

Entonces yo le pregunto:

Alma mía ¿qué es el universo?

Ese torbellino ciego

de estrellas tan vacío

y de noches tan repleto.

¿Qué hacen esos cuerpos,

esos crepúsculos moribundos

girando eternamente

en esa inmensidad inagotable

de esos errantes mundos?

¿Qué hago yo aquí en este instante,

con esta forma caprichosa,

mientras tú, metafísica silenciosa,

te escapas de mi cuerpo?

¿Qué buscas en ese viajar eterno,

transportándote a los fríos arrabales

del universo?

Dime ¿Qué será de todo esto

cuando un día juntos nos marchemos

por ese mundo tuyo

que nosotros aún no vemos?

Cuando emprendamos ese viaje

que obligada tomará mi materia

¿qué seremos tú y yo

entre las estrellas?

¿Un rayo de luz,

una flor, un planeta?

Pero mi alma no contesta,

por eso, mientras me duermo,

me asusta esa ventana abierta

como un camino para el cielo.

Para todos aquellos que perdieron

sus vidas por culpa de los héroes.


EL HÉROE


El héroe era una promesa,

un árbol grande que daba sombra

y esperanza en el vientre de las madres.

Pero el camino que conduce a esa calle,

es una fecha sin relojes ni almanaques.

Mientras el héroe dormía

se fueron haciendo cunas y mares

y cuando la espera se hizo llanto,

se encontró con el duro monte

y la roja sangre.

Antes que llegaran las golondrinas

ya cortó el ombligo de los aires.

Por su temprana edad confundido

sintió el siniestro sonar de las armas,

cuando en mustios paisajes

eran por su fuerza movidas.

En anocheceres macabros y rojizos

escuchó las campanas, sorprendido,

despidiendo las vidas

que su valentía echó al olvido.

Y ahora que toda la esperanza

quedó destruida en el camino:

las gargantas de los pájaros

y las auroras de los trigos,

él es un héroe de piedra,

sin ideas en su cabeza

y sin riqueza en sus bolsillos.

Esté donde esté

las noches y los días serán lo mismo.

Solo queda para celebrar su heroísmo,

lápidas, cruces y martirio...

y un llanto de cigüeñas

que vieron todo su fruto perdido.

Le dedico este poema a las puertas,

que tantas cosas de la vida encierran.


LA PUERTA CERRADA


Cerré la puerta.

Después de todo

qué es una puerta.

Un pedazo de madera,

un común objeto,

una cosa que se abre y se cierra

para tapar un hueco.

Pero hay puertas y puertas:

puertas que nunca se abren,

puertas que nunca se cierran;

puertas que siempre están cerradas

y puertas que siempre están abiertas.

Puertas, puertas, portales y cancelas,

en la vida todas son puertas.

Porque la primera ley del hombre

fue una puerta.

y detrás de esa puerta,

unas veces adentro

y otras veces afuera,

aún hoy guarda

los valores de su vida

y todas esas cosas

que su mente encierra.

Yo cerré la puerta,

aquel pedazo de madera,

que antes de ser puerta

fue semilla de la vida,

refugio de pájaros,

sombra de los campos

y raíces de la tierra.

Yo era aquella puerta,

y el hueco una tumba abierta

donde quedaron enterradas

veinte años de ilusiones muertas.

Esperanzas, luchas y quimeras,

todas las cosas que juntos

compartimos,

de pronto se perdieron,

y todo cerró aquella puerta.

Pero valores hay en la vida

que no se pueden encerrar

ni adentro ni afuera,

porque las cosas del alma,

esa no tienen puertas.

Por eso, cuando cerré la puerta

no la cerré para olvidar:

ella adentro y yo afuera,

cerré la puerta para guardar

todas esas cosas

que no tienen puertas.

A aquellos que compartieron

mi primer viaje por los mares.


LABRADORES DE LENGUAS


Los navíos que bogaban

tras las hélices infinitas dejaban

una estela de gaviotas.

Los camarotes despiertos

iban pintados de llanto

con lenguas y dialectos.

En las cubiertas

miradas de ojos inciertos,

que se perdían en la distancia,

como si el filo del pasado

se clavara en la presencia.

Caminos escabrosos

son las aguas de esos mares;

pero las raíces de los lares

no hay tempestad que las mueva:

porque sólo el cuerpo vieja,

que el alma queda en tierra.

Con sus ansias y pesares,

sin más guía ni brújula,

que su esperanza incierta,

son viajeros de los mares

y semilla de otras tierras.

La nostalgia es su fuerza,

la semilla su tristeza;

pero son labradores sin paralelo,

que por todas partes han sembrado,

sus huellas por donde quiera:

por los campos nuestra lengua,

y por los caminos España entera.


En memoria de la mujer que quemó

su vida, en la soledad de aquel

caserío, que yo conocí.



LA FORJA EN SILENCIO


Desde tu ausencia

en la forja hay un silencio...

y los recuerdos

como martillos de hierro

martillan sin consuelo

quemándome el alma

con un frío siniestro.

Algún hado travieso

barrió con su hórrida tormenta

a esta morada los cuervos.

Pájaros cantores se llevaron,

aves de mal agüero se trajeron.

El caserío de aire sacro y viejo

ayer de tus risas lleno,

hoy es un feliz imperio

de ratas, lagartas y murciélagos.

En el pararrayos,

fulminado por el tiempo,

anidan unos búhos

dioses siniestros de la pena,

con su majestuosa postura,

indiferencia que aterra­

dormitando siempre

quién sabe que sueños.

Ay si pudiese decir lo que siento.

que el dolor no tiene pausa,

la tristeza frecuencia,

que de tanto pensar me consumo,

que no puedo seguir viviendo.

Me faltas tú: la llama y el viento,

y esta vida opaca se está muriendo.

Deshacerme de esta carne quiero,

que tanto me duele.

Quiero subir por tu cuerpo

como suben las hiedras a las paredes;

unirme a tus huesos

como se unen con el fuego los hierros

y no tener existencia como los sueños.

Por Dios te pide un ateo,

no me martirices así,

no me vayas matando tan lento.

Vuelve de lejos,

acércate a mí, abre tus ojos,

acerca tu boca y dame tus besos.

Dedico esta poesía al único esqueleto

que no imita la muerte.


LA CARACOLA


Los acantilados

se iban desvaneciendo

como recuerdos,

entre la niebla diáfana del mar.

Y una guitarra en la taberna

tañía suavemente

como una rama de parra

que golpeaba a mis cristales.

Yo esperaba su llamada,

mira para la ventana

pero ella no estaba.

Al caer la noche,

la ciudad iluminada

parecía una necrópolis

toda llena de fantasmas.

Anduve solo entre la gente,

tratando de recuperar su imagen

en cada mujer que se acercaba,

pero entre la algarabía humana,

mi soledad crecía

y su imagen se marchaba.

A la mañana, la arena y el agua,

formaban un reloj muy grande

por donde nuestros días se marcharan.

Los niños jugaban con la arena

y con todo ese tiempo

que a ellos les sobraba.

La playa era la misma playa,

la arena la misma arena,

y el agua la misma agua;

pero los niños eran otros,

yo no era el mismo y ella no estaba.

Los pequeños porfiaban

por escuchar la mar

en una caracola

que en la arena encontraran.­

Yo observé el bonito objeto

y pensé: Será la caracola

el único esqueleto

que no pierde belleza con la muerte.

Y acercándola al adío

sentí en aquel vacío, de repente,

un susurro de sonrisas infantiles,

el perfume de sus cabellos

cayendo sobre su cara bonita;

mis pantalones cortos remendados,

y la frescura de ríos

cristalinos con peces:

todas esas cosas que a veces,

nos traen un canto de recuerdos.

Pensé entonces:

¿Qué cosa es la gente?

Un extraño esqueleto,

la carne por fuera

y el vacío por dentro,

guardando un canto olvidado

de todas las cosas que se fueron.

A quien haya perdido todo.

Ya que la mayoría de lo que

poseemos no es más

que una carga.


LA PLEGARIA


Hoy quisiera rezar,

pero no puedo:

hoy envidio a los creyentes,

y tengo pena de un ateo.

Yo una vez también rezaba

pero esos tiempos ya se fueron,

como se perdieron tantas cosas

que en este día yo recuerdo:

el calor de mis lares,

aquellas noches junto al fuego,

las llamas familiares,

y la dulzura de aquellos cuentos;

el escenario de mis primeros pasos,

los compañeros de mis juegos.

El largo camino andado,

los amigos nuevos;

tres naciones que perdí,

imperio de mis andares,

tres familias y tres hogares,

medio siglo y mis caudales.

Por eso hoy este cuerpo desolado

quisiera postrarse en oración

y dar las gracias al señor

por esa carga que me ha quitado.

Como recompensa a mis viajes y

sueños, esta poesía es para mí.



LA JUVENTUD PERDIDA


Cuando de las raíces de la tierra

por los mares me alejaba

no me daba cuenta alguna,

que esos días que con el andar se pierden

valen más que la fortuna.

Ahora solo la esperanza me queda,

y eso es lo que aún me consuela,

de llegar a aquel lejano puerto

y si es que no ha muerto,

encontrar a la pobre juventud mía,

desde aquella lejanía,

observando todo el camino que rodé.

Encontrar de la vieja casa alguna piedra,

recordar los cuentos de la abuela;

caminar hasta el monte

y desde allí observar la vega,

y en la línea del horizonte

la mar que se aleja y todo se lo lleva.

Caminar hasta el prado

y observar los saltamontes saltar

cuando mis pasos tuercen la hierba,

y mientras ese mundo pequeño

con mí andar se agita,

extasiarme con la frescura

que la pradera al sol le quita.

Por allí pasa tranquilo un arroyo leve,

la verde pradera se lo bebe

y de su muerte nacido,

cuando avanza la mañana,

crece allí muy lozana

la dulce paz del olvido.

En aquel rincón perdido

la fauna feliz se recrea:

los jilgueros cantan y vuelan

haciendo cabriolas caprichosas

como si quisieran interpretar

el perfume de las rosas.

Por eso ahora, después de un tiempo

tan lejano y perdido,

cómo me gustaría encontrarme

por un momento tranquilo­

a orillas de alguna fuente,

con algún pájaro que me cante,

con alguna tórtola que me arrulle;

y mientras todo mi pasado

en la memoria se diluye,

irme quedando dormido

a la sombra de algún castaño,

recordando las cosas de antaño

y ya nunca más despertar.


LOS SUEÑOS


EL REFLEJO


Ella de esto no sabes nada

y sólo yo lo entiendo.

Media vida he perdido

en busca de este sueño;

pues ese cariño a destiempo,

ese amor tan extraño

que siento a su lado,

no es mas que un reflejo

de algo que se ha perdido.

Algún recuerdo dormido

que despertó con su mirada,

pues la forma de tu cuerpo

en ese sueño todo encaja:

su cintura y sus caderas,

la forma de sus piernas;

el cabello revoltoso,

y los hombros tan graciosos,

y el cuello tan hermoso

donde su vida se balancea;

su sonrisa silenciosa,

sus labios y sus ojos,

y ese pasado misterioso

que refleja su mirada.

Para el hueco de mis manos

sus pechos parecen hechos:

sus manos y sus brazos;

es la forma de mis sueños,

la otra mitad que me faltaba

y a su lado soy completo.


EL ROSTRO


Era aquel rostro tan hermoso,

el dueño de sus ojos,

de sus ojos tan risueños

y de sus labios carnosos,

el dueño de mis sueños.

Era aquel rostro tan hermoso

el dueño de toda la dulzura

que su inocencia encerraba­;

el dueño de mi desvelo

y dormido y despierto

con su rostro soñaba.



DESDE QUE ERA NIÑA


Desde que era niña la soñaba,

noche tras noche en sueños la veía.

La soñaba y padecía,

y cuando la mira ella sonreía

y yo ya la amaba

y ella no lo sabía.

Con sus pechos me apuntaba

y yo no quería mirarlos y padecía

porque mi alma me avisaba

que aún era una niña.

Así en secreto yo sufría

porque de ella me enamoraba

y ella no lo sabía.

Cada noche que con ella soñaba,

ella su cuerpo me entregaba

y en sueños la conseguía,

porque ya era mujer cuando la soñaba

y ella no lo sabía.

Con una dolorosa melancolía,

de aquel gozo me despertaba,

como de una cruel pesadilla,

y soñar más con ella no quería

pero soñaba y padecía.


LAS PALABRAS


Las palabras no dicen nada

cuando hablo de su cuerpo:

cuando hablo de ese conjunto

que su vida encierra...

dicen que todas son cosas bellas...

pero ella es más que eso;

es la música de un concierto

cuyas notas yo no entiendo.

Y porque las palabras no dicen nada

no quiero hablar más de su cuerpo,

de su cintura y de sus caderas,

de sus brazos y de sus piernas

y de todo ese concierto

que su vida encierra.

Quiero dedicarle mi poesía

a esa alma que lleva adentro,

a toda la dulzura que su vida encierra;

porque si es así de hermoso su cuerpo

su alma tendrá que ser más bella.

Pero aquí la musa me abandona,

porque por dentro como por fuera,

su alma y su cuerpo,

son la música de un concierto

cuyas notas yo no entiendo...



EL AGUA


Se quitó su vestido pequeño,

sus pequeños zapatos

y su cuerpo casi desnudo

cubierto con dos trapos

se metió en el agua.

El agua templada

con su cuerpo jugaba:

ella era el cielo

y yo era el agua.

Sus ojos tan bellos,

el agua reflejaba,

reflejaba su cabello castaño

y sus labios risueños,

y todo su cuerpo a mi me miraba.

Ella jugaba con el agua

y el agua la traía,

y el agua la llevaba

y yo pensaba que era mía

aquella niña del agua.

Ella su bello mostraba

cuando sus brazos erguía

y su pubertad me decía

que ya no era niña

la niña del agua.

Yo su cuerpo deseaba

cuando el agua la traía,

cuando el agua la llevaba,

y su cuerpo abrazaba

en cada ola que venía:

pensando que era ella

y solo era el agua.



DECLARACIÓN


Yo una vez soñaba

y tú eras aquel sueño.

Pero tú dices que un sueño

no es más que un sueño

y que los sueños no son nada.

Si nada es un sueño

qué serían los sueños

si nadie los soñara.

Nosotros y los sueños

somos una ilusión lo mismo:

los sueños no tienen tiempo

ni llegada ni partida,

son una cosa del momento,

y ese momento es la vida.

En alguna parte escondidos

viven los sueños que soñamos

y esas cosas que yo te digo.

Tú estás aquí conmigo

porque yo te he soñado:

tú eras mi sueño

y yo un sueño que soñó contigo.





LA DESPEDIDA


Adiós amiga,

amiga que tanto he querido,

con esta pena me despido.

Es triste lo que digo,

pero así es mi vida:

un adiós a lo que quiero,

un adiós a lo que he querido,

por la vida rodando,

así todas las cosas he perdido.

Porque cuando nos veamos,

si ese tiempo es venido,

en cualquier lugar

o el mismo sitio,

tú serás diferente

y yo ya no seré el mismo.

La vida está hecha del presente

y este momento se habrá perdido.

Yo seré más viejo

y tú habrás crecido.

Habrás perdido esa inocencia,

ese tesoro que te digo;

y es como eres que yo te quiero

y no puedo estar contigo.

Por eso, para decirte adiós,

como prueba de mi cariño,

este poema hoy te escribo,

espejo de mi alma que te regalo

donde el tiempo se habrá detenido.

Ahí van mis palabras

y otras cosas que no te digo.

En su imagen,

cuando lo hayas leído,

me verás siempre como soy

y tú siempre como has sido.



LAS MARIPOSAS


Entre tantas otras cosas,

ella me habló de las mariposas,

que al acercarse la tormenta

ya para siempre

se despiden de su jardín.

Y así nos despedimos, al fin,

bajo las oscuras nubes,

entre el extraño reflejo

de un cielo gris.

Ahora los años pasaran,

en el calor de sus labios

otros labios la besaran;

y estos sueños míos

con sus alas de papel

en la tormenta de la vida

como las mariposas morirán.

Y cuando pase el vendaval

qué mariposas volverán

a polinizar las flores de su vergel.


EL DESEO


Hoy en la distancia siento,

más que nunca,

el deseo de su caricia atenta,

de su voz tan joven y suave,

de sus amorosas palabras;

de esa caricia que llene

todo ese vacío que cabe

en los huecos de mis manos abiertas.

Es esta tarde gris y quieta,

deseo, más que nunca,

el susurro de sus palabras,

y la dicha de sus dulces miradas,

cayendo sobre mi cuerpo

como las monedas en el sombrero

de un mendigo.

Hoy, en este atardecer

que ya nunca vuelve,

deseo su cuerpo junto al mío

rompiendo la nostalgia de este día,

como rompe la pequeña piedra

la paz del manso río.

Y yo le daría este grito

que me desespera

y que se le hundiera en la carne

como se hunde en mi alma la pena

y arrancar, con nuestras fuerzas,

ese llanto que la vida espera.

¡Pero qué pena!

Hoy era el día y no está ella:

la otra mitad que me falta,

su caricia atenta,

y como tantas cosas que se pierden

así se perderá ésta

en ese mañana que nunca llega

sin futuro ni recompensa.

EL DESPERTAR



Por largo que sea el camino,

donde empieza también termina;

por donde unos se fueron

otros ya han venido.

El viento que no varía

ni lleva a ninguna parte

ni cambia el día.

Por donde a ti te han llevado los años

a mi me han traído.

Y yo sólo quiero que me quieras,

otra cosa no te pido.

Te quiero por esos sueños que tuvimos,

y las palabras no son nada

si no las acompaña el sentido.

Yo prefiero el silencio

cuando tú estás conmigo,

que más valen tus miradas

que las cosas que yo te digo.



LAS ESTACIONES


Cuando se acerca esta estación,

cuando todo florece en el vergel,

cuando los pájaros hacen nidos

y las abejas juntan miel,

también florecen en mi corazón

los recuerdos de mis amores.

La dulzura de aquellas flores

que polemicé en mi juventud.

Y de entre ellas eras tú

la de más vivos colores,

la que más he querido,

la que nuca polemicé

porque no me has correspondido.

Y ahora, cara amiga,

en el otoño de mi vida

cuando todas las hojas han caído,

que marchito está mi vergel,

sin pájaros mi nido

y que ya amarga es la miel

me ofreces tu cariño.

¿Pero qué es el amor

cuando los años se han ido?

El amor es tiempo compartido

esa suma que forman dos

y cuando se divide ese camino

solo quedan los recuerdos

poro el amor se ha perdido.


TUS SUEÑOS SON MÍOS


Escúchame, caro amigo,

estas razones que hoy te digo:

yo soy como la higuera

que sin flores echa higos.

A mi me faltan las palabras

pero se lo que te digo.

No me hables de miel amarga

de hojas caídas, estaciones,

pájaros sin nidos

y jardines sin flores.

Recuerda que yo era una niña

y no sabía que soñabas y sufrías;

pero yo también soñaba contigo,

soñaba de noche y de día,

y cuando me mirabas yo sonreía,

pero callaba y padecía.

Ahora que el tiempo ha pasado

y que los años

por donde te han llevado,

a mi me han traído,

escucha estas razones

que un día tu me decías:

“En algún lugar escondidos

viven los sueños que soñamos”.

y esos sueños que tú soñabas

no pueden estar perdidos.

Porque yo soy el sueño que soñabas

Y tus sueños ahora ya son míos.

IN DE VIAJES Y SUEÑOS

Un poco de humor para aliviar

La nostalgia de las otras posías.


SIN PALABRAS


Habiendo abierto

una tienda de pescado,

una señora muy moaesta,

pide los servicios de un artista

para que le pintara un letrero

anunciando su mercadería fresca.

En esa vidriera, maestro

_con letras bien grandes

que se vean desde 1ejos­-

por favor escriba usted esto:

AQUI SE VENDE PESCADO FRESCO

Observando la redundancia

corrige el artista a la tendera:

La palabra AQUI sobraría,

pues cualquiera entenderá

que si esta es una pescadería

aquí se vende el pescado

y no un poco más alla.

Pues tiene usted razón en eso

-contestó convencida la señora-

entonces escriba usted ahora:

SE VENDE PESCADO FRESCO.

SE VENDE habría que anular

dijo el artista insatisfecho,

pues se comprenderá de hecho

que el pescado es para vender

y no para regalar.

Bien dicho y acertaao

_dijo de acuerdo la pescadora-­

de la lista quite eso

y escriba solo PESCADO FRESCO.

FRESCO es palabra sospechosa,

y perdone que sea terco,

y yo la quitaría de la lista,

pues aunque el pescado sea fresco

queda mal que usted lo diga.

En eso no había yo pensado.

Entonces escriba solo PESCADO

en letras muy grandes

y quite todas las restantes

que no tienen significado.

PESCADO no lo veo necesario

que por el olor sabría un ciego

que aquí hay una tienda de pescado

sin leer ningún letrero.

Así quedó la vidriera,

Libre de tinta y de letra,

Y la señora pagó la cuenta,

sin regañar y al contado

dicéndo que por un trabajo

tan bién hecho

El precio no era caro.



EL LOCO Y LA PASTA


En una ocasión

visita al psiquiatra

-perdida la razón­-

un senor muy sano,

pues enfermo no estaba,

pero que era un gusano

se creía el mentecato.

Y así, con miedo ecapaba

de las gallinas

y los pájaros.

El precavido galeno

le cobró por adelantado,

-no por desconfiar-

sinó porque la metamorfósis engaña,

y le cobró para dianosticar

si era hombre o gusano

o que clase de alimaña.

De esa forma convenció

al paciente el psiquiatra

que no era gusano;

pues si otros bichos

no usan pasta

él era humano.

EL OPTIMISTA


A todos los seres creados,

desde pequeños insectos

a criaturas inteligentes,

había Dios nombrado;

y eran tatos los vivientes

que el Creador quedó cansado.

A tomar su siesta se disponía

cuando llegó uno sin nombrar,

y que no diré quién era,

pues nombre aún no tenia.

Solo diré que el subjeto

no andaba ni corría

y así llegó tarde al reparto.

El Creador, de nombres ya falto,

al verlo tan lento le pregunta:

¿Dónde has dormido criaura?

En una planta, Señor,

que desde ayer le llaman col.

Pues te llamarás Caracol.

Se marchó el ahora ya nombrado

de su suerte echando cuentas,

como los niños a gatas,

pues el andar le costaba caro,

que Dios le diera nombre

pero no le diera patas.

Aún peor mi suerte seria

-cabilaba el arrastrado­-

Si anoche cuando dormía

em vez de col eligiera un ajo.



LA ÚLTIMA CENA


Que agasajan al condenado

el día de su muerte

-con un especial banquete-

eso me han contado

y que por igual es tratado

el pecador que el inocente.

Locuras del ser humano,

por que no puede ser saludable

-y perdonen esta frase-­

lo que se como y no es echado.

Para el cerdo que es engordado

toda su vida es un banquete

y auque el pobre no lo sabe

va a ser ejecutado.

Así engorda de esa suerte

y todos los día es agasajado

pero no el día de su muerte.



EL DIVORCIO


Un matrimonio,

de edad my avanzada

-ella con más de cie años

y él que de los cien pasaba­-

se encontraban en el juzgado

y un divorcio muy apurado

pedían los dos ancianos.

Cada cual sus motivos alegaba,

ella que él la mal trataba

y él que ella era insoportable.

Y así discutían los geriátricos

en escena tan lamentable

sacando a relucir sus trapos.

Si esta unión ha sido tan miserable

-les pregunta el juez alucinado-­

por favor uno de ustedes hable.

¿Cómo es qué tamto han tardado

para resolver este divorcio

y ahora lo quieren apurado?

Por buenos cristianos

-contestan los dos paisanos-­

y así lo decidimos al casarnos,

que aunque el matrimonio saliera malo

los hijos no serían abandonados

y bajo ese sagrado juramento

decidimos nunca divorciados

hasta que todos hubieran muerto.


LA ZARZA y EL SASTRE


Hace de esto muchos años,

que una anécdota con retranca

me contaban mis paisanos.

La parábula de un sastre

que de día era muy valiente

pero de noche muy cavarde.

Y que una noche tenebrosa,

a ciegas y con pánino

caminaba para su casa,

y a mitad del camino

quedó preso de una zarza.

Con pavura el sastre pensaba

-en aquel momento tan incierto-­

que de ladrones se trataba,

alma en pena o algún muerto,

y rezando imploraba

que se llevaran el dinero

pero que lo dejaran suelto.

Así se quedó enganchado

aquella larga noche entera

hasta que abrió el día

y viendo que era zarza

la cortó con la tijera.

Haciéndose ya el valiente

le advirtió al arbusto:

Cortarte así es justo

y correrías la misma suerte

si hombre o fastasta fueras,

que con hombres come este

nadie juegan esas bromas.



BUEN REMEDIO


En una pista comarcal

conducía un todo terreno

entretenido un gardia forestal.

Y así tropieza con un paisano

cabalgando en su caballo

que también iba descuidado.

El encuentro fue tal,

tan fuerte el impacto,

que a la cuneta fue el animal

y el ginete al otro lado.

Cada cual de dolor se quejaba,

roto el cuello el caballo

y el hombre una pierna

y las costillas de aquel costado.

A ayudarles corre el guardia,

que viendo al equino en tal estado,

para sacarlo de su miseria

un tiro le dispara.

Con el revolver en la mano

así echando humo del disparo

va en ayuda del paisano.

¿Cómo está? _le pregunta.

Yo estoy mejor que nunca

-contesta el hombre asustado-

que de un brinco se levanta

y corre saltando en una pata.


DOLOR DE MUELAS


A orillas del camino,

un día de mercado,

se encontraban dos gitanos,

uno de pie y el otro acostado.

Con voz triste y acongojada

limosna pedía el levantado,

el dinero de una pala­

para enterrar a su hermano.

Los fereantes que pasaban

unos seguían y otros le daban

pero a nadie le importaba

la muerte del gitano.

Hasta que llegó un paisano,

que antes de soltar las perras,

inquirió sobre aquella muerete.

Mire usted caballero

se murió de un dolor de muelas

que fue un dolor muy fuerte.

Por la boca muere el pescado,

y a ése no le veo escamas ni rabo

y esas son tretas de gitanos.

Así sobre el difunto discutían

el payo y el gitano,

y como de acuerdo no se ponían

ya cansado de escucharlos,

y para terminar con el entuerto

enfadado se levantó el muerto

y como Lázaro se marchó andando.

O RAPOSO SIN RABO


Por el rabo de un raposo

discutían dos paisanos,

sin ponerse de acuerdo

por ser ambos exagerados,

y para uno el rabo era corto

y para el otro era largo.

Para terminar la discusión

uno de los dos fue cortando

pero sin entrar en razón

el otro le siguió alargando.

Y con la misma intensa pasión,

del rabo quita y pon

aún hoy seguiría el argumento,

pero terminó la discusión

cuando el raposo queó sin rabo.
­

MAL REMEDIO


Un catalán y un gallego

se encontraron en un bar,

lo que se dice de casualid,

y bebieron, como era de esperar,

recordando años de amistad...

hasta la hora de pagar.

Se peleaban por saldar la cuenta,

que aqui pago yo que es mi vuelta

que tú no pagas que yo no quiero,

y con las manos en los bolsillos

discutlan como chiquillos

pero ninguno quitaba el dinero.

Para casos tan extremos

tengo yo un buen remedio,

-les dijo cansado el tabernero-­

y trajo de agua dos calderos.

Meter ahí vuestras cabezas

y que pague las cervezas

y el que la quite primero.

Mala idea tuvo el tendero,

que no funcionan experimentos

con catalanes y gallegos

y el hombre perdió su dinero,

pues se ahogaron los dos

con la cabeza en los calderos.



­BARBAS LONGAS


Cuentan de dos catalanes

-hermanos de oficio pastores-

que en busca de pastos mejores

uno se marchó a las ameriacas

donde hizo gran fortuna,

y el otro no hizo ninguna

por cuidarde sus ganados.

Veinte años después

regresó el afortunado

y allí halló a su hermano

con la barba hasta los pies.

Pero tu -exclamó el americano-

es que nunca te has afeitado

desde el día que he marchado.

No, hermano -a forma de queja

le regaña el fratelo-­

ni afeitado ni cortado el pelo,

recueda que tu te has llevado

la navaja y la tijera.


MOSCAS ESPAÑOLAS


Una dama inglesa, muy tacaña

-que tenía fóbia de las moscas-­

en una ocasión visita España.

Y por no soltar las libras

se aloja en hotel sin estrellas.

En el vater casi cae muerta,

-y adiós vacaiones felices-­

cuando al abrir la puerta

un enjambre de moscas

le pega en las narices.

Protestaba en la conserjería,

la mujer muy acalorada,

pero lo que decía no se le entendía,

no por el español que hablaba

sino por las moscas que escupía.

No vaya al servicio tan temprano

al fin le aconsejó el regidor,

-que le escuchaba muy paciente-­

haga como la otra gente,

y espere a que sirvan el almuerzo

cuando se van todas al comedor.




DIME CON QUIEN ANDAS


Habiendo un buen paisano,

de esos mercaderes con retranca,

adquirido en el mercado

un cerdo muy barato,

se cogió una buena tranca

para celebrar el trato.

Sintiédose el hombre mareado,

para descansar un instante

se acostó a orillas del camino

y dormido se quedó el tratante

en opmpañía del gorrino.

Pasando por allí unas mujeres,

que regesaban del metcado,

encontron a los dos animales

qué estaban allí rocando.

Dime con quién andas

y te diré quien eres,

acordándose del refrán

comentaron las mujeres.

La comparación ofenió al cerdo,

que por su instinto salvaje

tenía el sueño muy lijero.

Miró para su dueño allí tirado,

dijo algo en en su lenguaje

y se marchó muy enfadado.

_ ***

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