VIAJES Y SUEÑOS
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Cuando aún era un niño escuche este
consejo: Planta un árbol, recorre el
mundo, cría una familia, escribe un
libro y te podrás llamar un hombre.
Vaya, entonces, este poema para el
cerezo que de niño planté en la huerta
de nuestra casa y que llagó a ser un
precioso árbol.
EL ARBOL y EL LIBRO
Planté aquel árbol
con esa mímica de los mayores,
lo cuidé como las flores
y los dos emprendimos un viaje
por distintos puntos cardinales.
Por caminos horizontales
me marché en busca de mis amores
y material para mi libro.
El árbol cogió el camino vertical,
echó raíces en su tierra,
levantó su copa al cielo
y esperó allí a que los pájaros vinieran.
Pasaron los años, más de medio siglo,
y a la sombra de aquel árbol
me senté con mi libro.
Repasando las hojas
del camino recorrido
de aquel árbol tuve envidia.
¡Qué gran señor se sentía
arraigado en su tierra
proyectando con su sombra
la medida de su grandeza!
Las hojas de su copa
y las hojas de mi libro,
contaban dos historias distintas,
pero en algo parecido:
Los dos tuvimos nuestros nidos,
sus pájaros volaron,
y mis amores se han perdido.
El árbol proyectaba
la sombra de lo que era,
y yo una sombra de lo que he sido.
***
Para aquellos que un viaje les robó
demasiado temprano la infancia.
VIAJEROS DEL AGUA
Viaja, viaja, viajero del agua,
que la mar es muy ancha
y la tierra no es nada
yo recuerdo la aldea
cuando la tormenta pasaba
los niños corrían por los caminos
jugando con los regueros,
haciendo pozos con el agua,
espejo regalado
que la naturaleza les brindaba
donde veían un mundo al revés
y se asustaban.
¡Ay qué hondo se ve el cielo,
qué miedo me dan las charcas!
Ahora la distancia que nos separa
es más ancha que la mar,
es más honda que toda el agua.
Es ese viajar, viajero, es ese viajar:
los pájaros en el cielo
los barcos en la mar,
y en la inmensidad
las estrellas solitarias
solas y calladas
sin puertos ni esperanzas.
Yo recuerdo los montes
cuando el viento soplaba.
¡Cómo cantaban los pinos,
cómo la lluvia lloraba!
Ahora la distancia que nos separa
es más dura que los montes,
va más lejana que el viento
y es más triste que el llanto.
Es ese viajar, viajero, es ese viajar:
por los valles los ríos,
por los caminos la soledad,
y ese tiempo que se marcha
y que nadie sabe a donde va.
Yo recuerdo los prados
cuando la primavera llegaba,
cubiertos de flores,
de riachuelos salpicados,
y aquella moza que segaba
con una canción en los labios.
Como el amante que golpea
a las puertas de su amada
así mi corazón golpeaba
a las puertas de mi pubertad dormida.
Ahora la distancia que nos separa
y las canciones que ella cantaba
como dos notas iguales
se cancelan y ya no son nada
Pero los recuerdos al andar
son como la hierba mala
que retoña con más fuerza
cuanto más es cortada.
Ese fino equilibrio
que al dejar los lares ya se parte
es como un péndulo colgado del alma
oscilando en todas direcciones
sin centro en ninguna parte.
Y cuando el péndulo
en algún lugar se pare,
oscilando hacia el pasado,
como queriendo recuperar sus pasos
verá el viajero del agua
como en las charcas de la tormenta,
solo la infantil imagen de su pasado.
Un modesto homenaje a los dos
primos de Batán
MUERTE EN LAS CATALINAS
Mira primo, mira hermano,
qué rojo se va el día,
qué sólo se queda el campo.
El sol, fuego de los montes
y sombra de los prados,
caía como un chaparrón de sangre,
sobre los montes de Xalo.
Barcia honda y extraña,
se iba quedando dormida
en la Rivera acostada,
mientras grillos y carros
por todas partes le cantaban.
El río que la bautizó y la baña,
suave culebra de sombra y agua,
por toda su cuerpo se arrastraba.
Por los montes de Sarandones
lo hombres de Altamira
las piñas recogían
y sus caballos cargados
ya empujaban la cuesta
por Tabeayo arriba.
Los dos primos hermanos
vieron aquella tarde tan bella
como nunca la habían imaginado,
y por un tiempo la quedaron mirando.
Pero, pensando en esas cosas
que las noches traen,
en su viejo molino se refugiaron.
La noche ya por los montes venía,
y bajo los pinos de Cruz de Veira
los gitanos de Andalucía
sus tiendas tendían.
Se acostaban con las navajas abiertas,
tenían sueño pero no dormían,
que el miedo llamaba a todas puertas
y donde puertas no había.
La vieja de luto
que habitaba nuestra campiña,
con sus falsas tradiciones
y ruecas de envidia,
todas las noches giraba los husos
en cuyas muescas
la traición se envolvía.
Hila que hila quién sabe lo que hacía:
en los telares antiguos,
nuevas promesas tejía.
Madeja de palabras fingidas
que abren las puertas del alma
aunque de miedo estén hinchadas.
Por los mesones soplaba el viento,
por el Mesón del Viento el viento venía.
Desde los montes de La Cabra
a las llanas Traviesas saltaba,
dejando un llanto amargo en las espinas
pisando montes duros hacia las Catalinas.
Que allí donde la piedra arrancó la dinamita,
también la pólvora arrancó tiernas vidas.
¿Por qué ladran tanto los perros?,
¿Por qué tanto los mochuelos pían?
Se preguntaba la gente
haciendo que dormía.
Los castaños con sus hojas afiladas
toda la noche serrucharon el viento
por Batán arriba
y la noche pequeña quedó partida.
La mañana, que ya en las gargantas
de los pájaros se agita,
viene tambaleando
por los caminos hondos
donde la pelea aun palpita,
apagando los cigarrillos con vida
en las pozas de sangre
que aquella mañana
por toda la cuesta crecían.
En el panteón de Carral
los Mártires de Galicia,
con un siglo de silencio,
y otro medio sin justicia
rompieron la piedra donde dormían,
mientras que por la villa arriba,
con camisas nuevas,
paseaban los falangistas.
Este poema va dedicado a la
memoria de mis abuelos.
LOS ABUELOS
En aquellas noches largas,
largas como las sombras negras,
cuando los sueños no tenían prisa
y al calor de la lumbre
se iban encendiendo recuerdos,
hilando fantasías
bonitas historias
me contaban mis viejos.
¡Qué extraños cuentos!
El encanto de los encantos
y la resurrección de los muertos.
La abuela, cubriéndome de besos,
tendía el regazo
y en sus largas piernas
me hacía una cama de huesos.
El abuelo, con su navaja nueva
que comprara en la romería,
pelaba las castañas,
nos miraba y reía.
La abuela cogía el huso y la rueca,
y como hilando su pasado,
iba acercando recuerdos.
Sus manos flacas
como mariposas blancas
de la rueca al huso danzaban,
mientras que por mi cabeza
como hilos pasaban
las fantasías de la vieja:
Era una vez una princesa muy buena
perseguida por infieles,
que las hadas se llevaron
a un país de ensueño.
Allí la alimentaron las aves,
la cuidaron las fieras
y entre rosas hermosas
creció feliz y contenta.
Pero, como todos los encantos,
un día se irá a la mar.
¡Ay si tú la pudieras desencantar!
Y yo, asomado a un mar de ilusiones,
esperaba ver la princesa pasar.
Los días se fueron perdiendo lentos,
como se perdieron aquellos viejos,
como se perdieron aquellos cuentos.
A la mar se fueron todos los encantos
de aquella infancia florida
donde la felicidad hoy perdida
ya era una burla que acechaba.
Después vinieron tristes días
en aquel bucólico cementerio
despedidas amargas
en la dársena de aquel puerto.
Y la ingenua dulzura
de mis infantiles sentimientos
se encontró con un mundo lleno
sin lugar para tales cuentos.
Y ahora que ya estoy despierto
y ellos su eterna fantasía duermen,
recuerdo triste la noche que se fueron
y también parece un cuento.
A los viejos y destartalados molinos
gallegos, que tanta alegría dieron a los
hogares con su trabajo.
EL MOLINO
Te has caído viejo,
te has derrumbado
con tu calzado puesto.
Mudo y quieto yaces en el suelo,
con tus grillos y murciélagos
en tu cama de musgo y hiedra,
agua blanda y duro invierno.
Viejo con alma de teja y piedra,
pies de granito y andar de rueda.
Y ahora que eres todo abandono,
postrado en tu silencio
¿quién de ti se acuerda,
pequeño guardián de arroyuelos?
Tú que sabías tantos cuentos,
de bocas hambrientas,
amores y miserias
¿qué fue de aquella sonrisa
harinosa de piedra?
¿Qué fue de aquel andar seguro y terco
hoyando con solera las cosechas?
¿Que fue de aquellos grillos rendijeros
que abrían con su canto apagado
las puertas de tu silencio?
'Todo se derrumbó, piedra a piedra,
como las catedrales
y ciudades enteras.
Te fuiste como se van los viejos,
víctimas de la soledad y del progreso.
Pero aunque eres todo abandono
yo si que te recuerdo, pobre viejo;
porque yo recuerdo, como tú recuerdas,
sin pan la alacena,
y sin trigo las eras.
Poro cuando tu primitivo mecanismo
se ponía al apero
ya en el horno barrigudo
la húmeda leña ardía
y nosotros los chiquillos
nadábamos gritando
entre palas y rodillos
pidiendo bollos de dos cuernos.
A todas las viejas gallegas que,
después de tanto sembrar, en la tierra
y en su carne, se quedaron solas
sin nada en el regazo.
LA VIEJA Y EL SEMBRADO
Cuántos pájaros levanta la tierra,
cuánta tierra levanta el arado.
Qué duro calienta el sol,
qué verde ondea el prado.
Qué será de esa tierra,
dónde irán esos pájaros,
cuándo el labrador ya cansado,
sienta ese beso extraño
que en el último momento
la muerte deposita en los labios.
La vieja, sentada en el vallado,
con la sombra en la cabeza
y el sol en el regazo,
estaba sola, triste y pensando.
Pues en esos días de sol y sembrado,
cuántos recuerdos vienen a la cabeza,
cuántas memorias a los brazos.
Y qué triste quedarse tan sola,
con una cosecha tan pequeña
en medio de tan grande sembrado.
Lo que la tierra le dio
la tierra se lo ha llevado.
Ella ha visto al tiempo sátiro
de labrador disfrazado,
con su media luna negra
la cosecha en filo cortando.
Rosas y espigas
caerán tarde o temprano;
pues aún las casas
de dura piedra y negro barro
se derrumban con la pena
cuando las han abandonado.
Mientras tanto
por las aldea de tierra
la vida sigue rodando:
las piedras dormidas
y los perros ladrando.
De los caminos hondos
salen los hombres cansados,
con sus frentes de fuego
y sus herramientas de palo.
Solo piensan en una cama
donde tirar su cuerpo quebrado
mientras la semilla que sembraron,
en las entrañas de la tierra
ya sueña con la aurora de los astros.
***
Homenaje al arado de palo.
EL NIÑO Y EL ARADO
Los surcos eran de tierra,
su voluntad y el arado eran de palo;
su deseo de hombre, de niño su cuerpo:
los pájaros y su alma eran del cielo.
Y qué contento sembraba,
en su carne y en la vega
con esa ansia de vivir
que a los jóvenes alimenta.
Al llegar a la orilla
levantó sus ojos al cielo,
y secándose el sudor de la frente,
vio, en la línea del horizonte,
una máquina como un pájaro de hierro
y el joven se maravilló
de ver algo tan moderno.
Siguió labrando tierras y sueños;
pero un día llegó a la orilla
y no pudo dar la vuelta,
porque de tanto labrar
se había hecho viejo.
Secando el sudor de la frente
levantó los ojos al cielo,
y vio en la línea del horizonte
una máquina de fuego,
con un derroche tal de fuerza
que parecía un trueno.
El viejo bajó sus ojos al suelo
y viendo lo caduco
que quedaba el apero,
murmuró entre dientes:
Qué desparejo marcha el progreso.
Dedicado a las dolorosas
pesadillas que nos hacen ver
lo cruel que es la muerte.
CALAVERAS DE LA LUNA
La noche que se cierra
va pintando los campos
de negro con su sombra
y sobre la verde alfombra
que el campo dormido cubre
en la oscuridad se escurre
un llanto amargo de las nubes,
y andando a su compás
me pregunto qué serán
cuando las siento gotear.
Porque su espectro
a todas partes me persigue
y esta soledad que me aflige
me va matando de miedo.
Ayer, cuando la tarde moría,
vi caer sobre los tejados de la aldea
un remolino de brujas feas,
cargadas de huesos y cadenas
con calaveras de luna.
Iban de fiesta
en una orgía de llanto,
con lutos blancos
para disimular las penas
y hacia los camposantos
me fui con ellas.
Aquella tierra gris vestía,
¡ay de la vida ironía!
un bello manto de flores;
pues sobre la tumba de mis amores
así la hierba crecía.
¿No es triste, brutal naturaleza,
no es triste soñar estas cosas?
Que sobre los cuerpos viciosas,
después del amor crezcan así las rosas.
A las mujeres fieles, que desperdiciaron
su vida esperando al viajero que nunca
regresaría.
LA ESPERA
¿Te acuerdas de las noches aquellas
que a orillas del río
nos jurábamos amor por las estrellas?
¿Te acuerdas cuándo nos despedimos
que en el reflejo del agua
con nuestros besos nos fundíamos?
¡Qué noche aquella!
Sola dulce y apagada,
el cielo en el agua,
encendía candiles,
y mis labios tiernos,
por la fuerza del amor heridos,
se rompieron en un llanto de abriles
como las gotas del rocío.
Con alas de cera cantaban los grillos
y con gargantas de piedra
cantaban los molinos:
los juncos nos miraban
afilados como cuchillos.
¡Con qué dicha y placer
en mis brazos te apretaba!
Y cuando me hablabas de volver,
pensaba que ya de vuelta estabas,
así no sentía la tristeza de que partías,
sino la alegría de que llegabas.
Té esperé cada momento,
que como un dolor se iban lentos,
y cuanto más el movimiento deseaba,
para que el tiempo terminara
y tú volvieras,
más lenta la rueda del mundo giraba,
haciendo agonizar pesadamente
la dicha que tanto esperaba.
Sin embargo,
los días se fueron sin pausa,
y cuando ahora miro el sendero
por donde sigilosos se marcharon,
me parece que muy veloces huyeron.
¡Y qué triste la huella que dejaron!
Amargura, nostalgia y desengaño,
dándome a comprender, tardíamente,
¡ay realidad triste!
que todo cuanto para mi fuiste
comparado con la espera
no eras nada.
A fuerza de dormir
con la luna en los cristales
mi cuerpo fue quedando desnudo y frío
como el invierno de los árboles.
El tiempo sátiro tomó de mis labios
lo que tú dejaste;
por donde tú te fuiste
se fueron los años.
La carne dejó los huesos
y la sonrisa dejó los labios...
y cuando todo así acaba
es que la espera ha terminado.
A esa amiga que casi hemos olvidado
y que de pronto salta en nuestro
camino tan bonita y fresca como
el primer día, pero ya con otros
recuerdos.
LA TORMENTA
Cuando se me había borrado
la idea de ti y de aquel pasado,
y sólo en el fondo de la esencia
dormida quedaba el recuerdo
de que alguna vez te viera,
hoy saltas en mi camino
como una tormenta de verano
que no se sabe de donde viene:
bella, fresca, encantadora,
como si aun fueses lo mas bonito
que mi alma sedienta adora
en lo remoto de aquel pasado.
Juega el destino con la vida
como juega el viento en el camino
con las hojas abandonadas.
Cuántas tardes cantaron los grillos,
cuántas mañanas los gallos cantaron;
las cosas que habré yo perdido,
las cosas que habrás tú soñado.
Mas ahora que el viento de la vida
nos barrió a esta orilla
como un desperdicio,
por qué no revivir conjuntamente
-como hace tanta otra gente-
alguno de aquellos recuerdos dormidos.
Porque esta forma de ser
y este olfato tan fino,
bien me hacen comprender
que aunque estás aquí,
tú no estás conmigo.
Ay si yo pudiese,
con una sola palabra
alcanzar todo ese pasado
en tu mirada perdido
y convertirme en un solo recuerdo
para ser la paz de tu olvido.
Pero ese pasado que tuvimos
es como una marea,
que empujada por el viento y la luna,
se acerca una vez a la orilla
y después se marcha sola.
A veces la vida, andando al revés
como anda el cangrejo,
hace del presente un espejo
de otro momento que se fue.
Y el alma triste y dolorida,
busca en los labios presentes
la dulzura que en otros labios ha perdido.
Y ese llanto que se asoma a los ojos,
desde lo profundo de las entrañas,
no es más que el pasado,
que se diluye en los párpados
como la noche su rocío en las hojas.
EL GATO Y LA LUNA
Una noche muy quieta,
una de esas noches,
acústicas y soñolientas;
de esas que cualquier movimiento
de un ser nocturno rompe con su eco;
una de esas noches, iba yo diciendo,
me encontraba acostado en mi cama,
pensando sobre aquel silencio,
observando un rayo pálido
que la luna fría de enero
acercaba bondadosa a mi ventana.
De aquella forma, pensando
tratando de recordar
otra noche como aquella,
mi alma se fue llenando
de una extraña y casi dulce tristeza;
pero aquella luna,
que de noches estaba llena,
marcando elípticas
se marchó a otras tierras,
dejándome solo
con aquel vivo recuerdo.
Al pronunciar su nombre,
que en la noche rompió el silencio,
aquel gato morriñento
que de la misma noche parecía hecho,
como un ser humano torturado,
dejó escapar un grito horrendo.
Entonces, como si fuera un espejo,
vi su rostro en aquélla luna,
momia de cera pura
cubierta de añoranzas
que, una a una, fueron resurgiendo
como una amargura.
Era, sin duda aquella luna,
espejo, ilusión o figura,
reflejo de su sombra
y sombra de la luna.
Era nuestro pasado allí escondido,
como un reflejo magnético
aprisionado entre las brumas;
como la luz entre las noches
y las noches entre las tumbas.
Sentí todo el miedo
de un sueño que repugna,
toda la confusión de un despertar.
Mis huesos en la carne crujían
como los ejes imaginarios
de un mundo que se detenía.
Y las sombras se inclinaban,
y perdían el equilibrio.
Entre los sonidos,
que podrían ser lamentos,
carcajadas o burlas,
se desintegró la pesadilla,
quedando tan sólo en la ventana,
los ojos brillantes del gato,
que como dos brasas
observaban el derrumbe.
Lo mejor del viaje es la esperanza,
y no la llegada.
VIAJANDO CON ESPERANZA
Recuerdos de una primavera
Son las hojas abandonadas
Y todas las cosas que tú recuerdas.
Esos momentos que tuvimos,
la dulzura de tus palabras
y la atención de mis sentidos
todas cosas bellas fueron
pero ahora se han perdido.
Era yo una vez un viajero
sediento y cansado,
y tú la posada lejana,
el vino alegre y la cama blanda.
Tú estabas deseosa de noticias
y yo te traje todas las historias
de un largo camino andado.
Mas ahora que todas las llamas
de la noche han ardido,
que no hay más historias que contar
y todas las cuentas se han rendido,
es la hora de marchar,
que otras historias
esperan al viajero en el camino.
No te pongas triste, amiga,
que aún que es triste la despedida,
la tristeza no es mas que una medida,
de esos momentos buenos que tuvimos.
Pero el viajero aprendió
por esos caminos,
que la vida es un andar y andar,
y por bello que sea el encuentro,
viajar con esperanza
siempre es más bonito que llegar.
Para aquella amiga que conocí allá lejos
y hace y tiempo.
VIAJE A LOS ARRABALES
Ella era una mujer que soñaba
con cosas que no estaban de moda.
Pero le gustaba un cigarrillo extranjero
entre sus dedos delgados.
Yo la invité a los arrabales.
Fuimos de noche,
y en el río, entre una niebla oxidada,
se movían las barcazas
de petróleo manchadas,
que se arrastraban como bacteria
por aquella ciénaga sin peces.
Sus mejillas se iluminaban
de un color oxidado
de hierro y chatarra.
Como la Laguna Estigia
al otro lado el olvido reinaba.
Por las sucias calles
los perros deambulaban.
Los cigarrillos encendidos,
que iluminaban las puertas apagadas,
dibujaban caras extrañas
que con sospecha nos miraban.
Llegamos a una casa de madera,
pintada de vivos colores
con cuadros de almanaques.
Y al compás de una música vecina,
solos, sin levantar sospecha,
hablamos de nuestra infancia
para conocernos,
desnudos como los árboles en invierno.
Y cuando los pájaros
despertaron nuestro sueño,
nos marchamos en silencio,
como si las palabras ya no existieran.
Cruzamos el puente y vimos los trenes,
las fábricas y las negras chimeneas,
y los niños descalzos
como sombras en la niebla.
Y aquel río lleno de barcos
confundidos con la miseria,
cargando la riqueza
que las naciones ricas esperan...
Ella miraba pensativa todo aquello
y comprendió muchas cosas,
porque yo no le pregunté nada,
pero apretó mi mano
como si me respondiera.
Le dedico este poema a mi hermana
que murió siendo una niña.
LA MUERTE DE UN ANGEL
En el valle sombrío, no de hojas lleno,
sino de una misteriosa soledad cubierto,
se palpaba toda la tristeza
del mundo de los muertos.
Pesada como si arrastrara cadenas,
por mi garganta andaba la pena,
negra y fría como una tormenta.
Las aves nocturnas del invierno,
como fantasmas, volaban cielo arriba
formando una letra.
Y en el río las garzas friolentas,
con los pies en el agua
soñaban con otras primaveras,
mientras que arriba en la cuesta,
una lechuza reía borracha
en la copa de un árbol
brindándole a la fiesta.
Las ventanas de castaño viejo
despedían la luz opaca
que en los candiles ardía adentro
y las viejas de luto,
en grandes calderos,
teñía los vestidos
para hacerlos más negros.
En los pinares oscuros
piaban los mochuelos.
Por los corredores del cielo,
con muchas llaves en el llavero,
corriendo va san Pedro:
no acierta con las puertas,
que un ángel se está muriendo.
¡Ay, padre, que veo!
Estrellas de plata
por la chimenea están cayendo.
Calla niña, mi ángel pequeño,
que tú y yo iremos a san Pedro
con una empanada muy grande
y una cesta de huevos.
En la sonrisa del ángel pequeño
se dibujaron muchas romerías
con vestidos nuevos,
mientras sus ojos se cerraban
ya camino del cielo.
Dedicado al bonito despertar
de cada mañana, que me ha liberado
de tantas pesadillas.
UNA VENTANA PARA EL CIELO
Algunas noches,
desde mi cama,
mientras pienso,
miro la ventana
como un camino para el cielo.
Y pienso, que apenas me duermo,
mi alma, como un niño travieso
que nunca duerme la siesta,
se marcha por ese camino
hasta los confines del universo.
Pero, con cada despertar que tengo,
como si no encontrara nada
otra vez vuelve a mi cuerpo.
Entonces yo le pregunto:
Alma mía ¿qué es el universo?
Ese torbellino ciego
de estrellas tan vacío
y de noches tan repleto.
¿Qué hacen esos cuerpos,
esos crepúsculos moribundos
girando eternamente
en esa inmensidad inagotable
de esos errantes mundos?
¿Qué hago yo aquí en este instante,
con esta forma caprichosa,
mientras tú, metafísica silenciosa,
te escapas de mi cuerpo?
¿Qué buscas en ese viajar eterno,
transportándote a los fríos arrabales
del universo?
Dime ¿Qué será de todo esto
cuando un día juntos nos marchemos
por ese mundo tuyo
que nosotros aún no vemos?
Cuando emprendamos ese viaje
que obligada tomará mi materia
¿qué seremos tú y yo
entre las estrellas?
¿Un rayo de luz,
una flor, un planeta?
Pero mi alma no contesta,
por eso, mientras me duermo,
me asusta esa ventana abierta
como un camino para el cielo.
Para todos aquellos que perdieron
sus vidas por culpa de los héroes.
EL HÉROE
El héroe era una promesa,
un árbol grande que daba sombra
y esperanza en el vientre de las madres.
Pero el camino que conduce a esa calle,
es una fecha sin relojes ni almanaques.
Mientras el héroe dormía
se fueron haciendo cunas y mares
y cuando la espera se hizo llanto,
se encontró con el duro monte
y la roja sangre.
Antes que llegaran las golondrinas
ya cortó el ombligo de los aires.
Por su temprana edad confundido
sintió el siniestro sonar de las armas,
cuando en mustios paisajes
eran por su fuerza movidas.
En anocheceres macabros y rojizos
escuchó las campanas, sorprendido,
despidiendo las vidas
que su valentía echó al olvido.
Y ahora que toda la esperanza
quedó destruida en el camino:
las gargantas de los pájaros
y las auroras de los trigos,
él es un héroe de piedra,
sin ideas en su cabeza
y sin riqueza en sus bolsillos.
Esté donde esté
las noches y los días serán lo mismo.
Solo queda para celebrar su heroísmo,
lápidas, cruces y martirio...
y un llanto de cigüeñas
que vieron todo su fruto perdido.
Le dedico este poema a las puertas,
que tantas cosas de la vida encierran.
LA PUERTA CERRADA
Cerré la puerta.
Después de todo
qué es una puerta.
Un pedazo de madera,
un común objeto,
una cosa que se abre y se cierra
para tapar un hueco.
Pero hay puertas y puertas:
puertas que nunca se abren,
puertas que nunca se cierran;
puertas que siempre están cerradas
y puertas que siempre están abiertas.
Puertas, puertas, portales y cancelas,
en la vida todas son puertas.
Porque la primera ley del hombre
fue una puerta.
y detrás de esa puerta,
unas veces adentro
y otras veces afuera,
aún hoy guarda
los valores de su vida
y todas esas cosas
que su mente encierra.
Yo cerré la puerta,
aquel pedazo de madera,
que antes de ser puerta
fue semilla de la vida,
refugio de pájaros,
sombra de los campos
y raíces de la tierra.
Yo era aquella puerta,
y el hueco una tumba abierta
donde quedaron enterradas
veinte años de ilusiones muertas.
Esperanzas, luchas y quimeras,
todas las cosas que juntos
compartimos,
de pronto se perdieron,
y todo cerró aquella puerta.
Pero valores hay en la vida
que no se pueden encerrar
ni adentro ni afuera,
porque las cosas del alma,
esa no tienen puertas.
Por eso, cuando cerré la puerta
no la cerré para olvidar:
ella adentro y yo afuera,
cerré la puerta para guardar
todas esas cosas
que no tienen puertas.
A aquellos que compartieron
mi primer viaje por los mares.
LABRADORES DE LENGUAS
Los navíos que bogaban
tras las hélices infinitas dejaban
una estela de gaviotas.
Los camarotes despiertos
iban pintados de llanto
con lenguas y dialectos.
En las cubiertas
miradas de ojos inciertos,
que se perdían en la distancia,
como si el filo del pasado
se clavara en la presencia.
Caminos escabrosos
son las aguas de esos mares;
pero las raíces de los lares
no hay tempestad que las mueva:
porque sólo el cuerpo vieja,
que el alma queda en tierra.
Con sus ansias y pesares,
sin más guía ni brújula,
que su esperanza incierta,
son viajeros de los mares
y semilla de otras tierras.
La nostalgia es su fuerza,
la semilla su tristeza;
pero son labradores sin paralelo,
que por todas partes han sembrado,
sus huellas por donde quiera:
por los campos nuestra lengua,
y por los caminos España entera.
En memoria de la mujer que quemó
su vida, en la soledad de aquel
caserío, que yo conocí.
LA FORJA EN SILENCIO
Desde tu ausencia
en la forja hay un silencio...
y los recuerdos
como martillos de hierro
martillan sin consuelo
quemándome el alma
con un frío siniestro.
Algún hado travieso
barrió con su hórrida tormenta
a esta morada los cuervos.
Pájaros cantores se llevaron,
aves de mal agüero se trajeron.
El caserío de aire sacro y viejo
ayer de tus risas lleno,
hoy es un feliz imperio
de ratas, lagartas y murciélagos.
En el pararrayos,
fulminado por el tiempo,
anidan unos búhos
dioses siniestros de la pena,
con su majestuosa postura,
indiferencia que aterra
dormitando siempre
quién sabe que sueños.
Ay si pudiese decir lo que siento.
que el dolor no tiene pausa,
la tristeza frecuencia,
que de tanto pensar me consumo,
que no puedo seguir viviendo.
Me faltas tú: la llama y el viento,
y esta vida opaca se está muriendo.
Deshacerme de esta carne quiero,
que tanto me duele.
Quiero subir por tu cuerpo
como suben las hiedras a las paredes;
unirme a tus huesos
como se unen con el fuego los hierros
y no tener existencia como los sueños.
Por Dios te pide un ateo,
no me martirices así,
no me vayas matando tan lento.
Vuelve de lejos,
acércate a mí, abre tus ojos,
acerca tu boca y dame tus besos.
Dedico esta poesía al único esqueleto
que no imita la muerte.
LA CARACOLA
Los acantilados
se iban desvaneciendo
como recuerdos,
entre la niebla diáfana del mar.
Y una guitarra en la taberna
tañía suavemente
como una rama de parra
que golpeaba a mis cristales.
Yo esperaba su llamada,
mira para la ventana
pero ella no estaba.
Al caer la noche,
la ciudad iluminada
parecía una necrópolis
toda llena de fantasmas.
Anduve solo entre la gente,
tratando de recuperar su imagen
en cada mujer que se acercaba,
pero entre la algarabía humana,
mi soledad crecía
y su imagen se marchaba.
A la mañana, la arena y el agua,
formaban un reloj muy grande
por donde nuestros días se marcharan.
Los niños jugaban con la arena
y con todo ese tiempo
que a ellos les sobraba.
La playa era la misma playa,
la arena la misma arena,
y el agua la misma agua;
pero los niños eran otros,
yo no era el mismo y ella no estaba.
Los pequeños porfiaban
por escuchar la mar
en una caracola
que en la arena encontraran.
Yo observé el bonito objeto
y pensé: Será la caracola
el único esqueleto
que no pierde belleza con la muerte.
Y acercándola al adío
sentí en aquel vacío, de repente,
un susurro de sonrisas infantiles,
el perfume de sus cabellos
cayendo sobre su cara bonita;
mis pantalones cortos remendados,
y la frescura de ríos
cristalinos con peces:
todas esas cosas que a veces,
nos traen un canto de recuerdos.
Pensé entonces:
¿Qué cosa es la gente?
Un extraño esqueleto,
la carne por fuera
y el vacío por dentro,
guardando un canto olvidado
de todas las cosas que se fueron.
A quien haya perdido todo.
Ya que la mayoría de lo que
poseemos no es más
que una carga.
LA PLEGARIA
Hoy quisiera rezar,
pero no puedo:
hoy envidio a los creyentes,
y tengo pena de un ateo.
Yo una vez también rezaba
pero esos tiempos ya se fueron,
como se perdieron tantas cosas
que en este día yo recuerdo:
el calor de mis lares,
aquellas noches junto al fuego,
las llamas familiares,
y la dulzura de aquellos cuentos;
el escenario de mis primeros pasos,
los compañeros de mis juegos.
El largo camino andado,
los amigos nuevos;
tres naciones que perdí,
imperio de mis andares,
tres familias y tres hogares,
medio siglo y mis caudales.
Por eso hoy este cuerpo desolado
quisiera postrarse en oración
y dar las gracias al señor
por esa carga que me ha quitado.
Como recompensa a mis viajes y
sueños, esta poesía es para mí.
LA JUVENTUD PERDIDA
Cuando de las raíces de la tierra
por los mares me alejaba
no me daba cuenta alguna,
que esos días que con el andar se pierden
valen más que la fortuna.
Ahora solo la esperanza me queda,
y eso es lo que aún me consuela,
de llegar a aquel lejano puerto
y si es que no ha muerto,
encontrar a la pobre juventud mía,
desde aquella lejanía,
observando todo el camino que rodé.
Encontrar de la vieja casa alguna piedra,
recordar los cuentos de la abuela;
caminar hasta el monte
y desde allí observar la vega,
y en la línea del horizonte
la mar que se aleja y todo se lo lleva.
Caminar hasta el prado
y observar los saltamontes saltar
cuando mis pasos tuercen la hierba,
y mientras ese mundo pequeño
con mí andar se agita,
extasiarme con la frescura
que la pradera al sol le quita.
Por allí pasa tranquilo un arroyo leve,
la verde pradera se lo bebe
y de su muerte nacido,
cuando avanza la mañana,
crece allí muy lozana
la dulce paz del olvido.
En aquel rincón perdido
la fauna feliz se recrea:
los jilgueros cantan y vuelan
haciendo cabriolas caprichosas
como si quisieran interpretar
el perfume de las rosas.
Por eso ahora, después de un tiempo
tan lejano y perdido,
cómo me gustaría encontrarme
por un momento tranquilo
a orillas de alguna fuente,
con algún pájaro que me cante,
con alguna tórtola que me arrulle;
y mientras todo mi pasado
en la memoria se diluye,
irme quedando dormido
a la sombra de algún castaño,
recordando las cosas de antaño
y ya nunca más despertar.
LOS SUEÑOS
EL REFLEJO
Ella de esto no sabes nada
y sólo yo lo entiendo.
Media vida he perdido
en busca de este sueño;
pues ese cariño a destiempo,
ese amor tan extraño
que siento a su lado,
no es mas que un reflejo
de algo que se ha perdido.
Algún recuerdo dormido
que despertó con su mirada,
pues la forma de tu cuerpo
en ese sueño todo encaja:
su cintura y sus caderas,
la forma de sus piernas;
el cabello revoltoso,
y los hombros tan graciosos,
y el cuello tan hermoso
donde su vida se balancea;
su sonrisa silenciosa,
sus labios y sus ojos,
y ese pasado misterioso
que refleja su mirada.
Para el hueco de mis manos
sus pechos parecen hechos:
sus manos y sus brazos;
es la forma de mis sueños,
la otra mitad que me faltaba
y a su lado soy completo.
EL ROSTRO
Era aquel rostro tan hermoso,
el dueño de sus ojos,
de sus ojos tan risueños
y de sus labios carnosos,
el dueño de mis sueños.
Era aquel rostro tan hermoso
el dueño de toda la dulzura
que su inocencia encerraba;
el dueño de mi desvelo
y dormido y despierto
con su rostro soñaba.
DESDE QUE ERA NIÑA
Desde que era niña la soñaba,
noche tras noche en sueños la veía.
La soñaba y padecía,
y cuando la mira ella sonreía
y yo ya la amaba
y ella no lo sabía.
Con sus pechos me apuntaba
y yo no quería mirarlos y padecía
porque mi alma me avisaba
que aún era una niña.
Así en secreto yo sufría
porque de ella me enamoraba
y ella no lo sabía.
Cada noche que con ella soñaba,
ella su cuerpo me entregaba
y en sueños la conseguía,
porque ya era mujer cuando la soñaba
y ella no lo sabía.
Con una dolorosa melancolía,
de aquel gozo me despertaba,
como de una cruel pesadilla,
y soñar más con ella no quería
pero soñaba y padecía.
LAS PALABRAS
Las palabras no dicen nada
cuando hablo de su cuerpo:
cuando hablo de ese conjunto
que su vida encierra...
dicen que todas son cosas bellas...
pero ella es más que eso;
es la música de un concierto
cuyas notas yo no entiendo.
Y porque las palabras no dicen nada
no quiero hablar más de su cuerpo,
de su cintura y de sus caderas,
de sus brazos y de sus piernas
y de todo ese concierto
que su vida encierra.
Quiero dedicarle mi poesía
a esa alma que lleva adentro,
a toda la dulzura que su vida encierra;
porque si es así de hermoso su cuerpo
su alma tendrá que ser más bella.
Pero aquí la musa me abandona,
porque por dentro como por fuera,
su alma y su cuerpo,
son la música de un concierto
cuyas notas yo no entiendo...
EL AGUA
Se quitó su vestido pequeño,
sus pequeños zapatos
y su cuerpo casi desnudo
cubierto con dos trapos
se metió en el agua.
El agua templada
con su cuerpo jugaba:
ella era el cielo
y yo era el agua.
Sus ojos tan bellos,
el agua reflejaba,
reflejaba su cabello castaño
y sus labios risueños,
y todo su cuerpo a mi me miraba.
Ella jugaba con el agua
y el agua la traía,
y el agua la llevaba
y yo pensaba que era mía
aquella niña del agua.
Ella su bello mostraba
cuando sus brazos erguía
y su pubertad me decía
que ya no era niña
la niña del agua.
Yo su cuerpo deseaba
cuando el agua la traía,
cuando el agua la llevaba,
y su cuerpo abrazaba
en cada ola que venía:
pensando que era ella
y solo era el agua.
DECLARACIÓN
Yo una vez soñaba
y tú eras aquel sueño.
Pero tú dices que un sueño
no es más que un sueño
y que los sueños no son nada.
Si nada es un sueño
qué serían los sueños
si nadie los soñara.
Nosotros y los sueños
somos una ilusión lo mismo:
los sueños no tienen tiempo
ni llegada ni partida,
son una cosa del momento,
y ese momento es la vida.
En alguna parte escondidos
viven los sueños que soñamos
y esas cosas que yo te digo.
Tú estás aquí conmigo
porque yo te he soñado:
tú eras mi sueño
y yo un sueño que soñó contigo.
LA DESPEDIDA
Adiós amiga,
amiga que tanto he querido,
con esta pena me despido.
Es triste lo que digo,
pero así es mi vida:
un adiós a lo que quiero,
un adiós a lo que he querido,
por la vida rodando,
así todas las cosas he perdido.
Porque cuando nos veamos,
si ese tiempo es venido,
en cualquier lugar
o el mismo sitio,
tú serás diferente
y yo ya no seré el mismo.
La vida está hecha del presente
y este momento se habrá perdido.
Yo seré más viejo
y tú habrás crecido.
.
Habrás perdido esa inocencia,
ese tesoro que te digo;
y es como eres que yo te quiero
y no puedo estar contigo.
Por eso, para decirte adiós,
como prueba de mi cariño,
este poema hoy te escribo,
espejo de mi alma que te regalo
donde el tiempo se habrá detenido.
Ahí van mis palabras
y otras cosas que no te digo.
En su imagen,
cuando lo hayas leído,
me verás siempre como soy
y tú siempre como has sido.
LAS MARIPOSAS
Entre tantas otras cosas,
ella me habló de las mariposas,
que al acercarse la tormenta
ya para siempre
se despiden de su jardín.
Y así nos despedimos, al fin,
bajo las oscuras nubes,
entre el extraño reflejo
de un cielo gris.
Ahora los años pasaran,
en el calor de sus labios
otros labios la besaran;
y estos sueños míos
con sus alas de papel
en la tormenta de la vida
como las mariposas morirán.
Y cuando pase el vendaval
qué mariposas volverán
a polinizar las flores de su vergel.
EL DESEO
Hoy en la distancia siento,
más que nunca,
el deseo de su caricia atenta,
de su voz tan joven y suave,
de sus amorosas palabras;
de esa caricia que llene
todo ese vacío que cabe
en los huecos de mis manos abiertas.
Es esta tarde gris y quieta,
deseo, más que nunca,
el susurro de sus palabras,
y la dicha de sus dulces miradas,
cayendo sobre mi cuerpo
como las monedas en el sombrero
de un mendigo.
Hoy, en este atardecer
que ya nunca vuelve,
deseo su cuerpo junto al mío
rompiendo la nostalgia de este día,
como rompe la pequeña piedra
la paz del manso río.
Y yo le daría este grito
que me desespera
y que se le hundiera en la carne
como se hunde en mi alma la pena
y arrancar, con nuestras fuerzas,
ese llanto que la vida espera.
¡Pero qué pena!
Hoy era el día y no está ella:
la otra mitad que me falta,
su caricia atenta,
y como tantas cosas que se pierden
así se perderá ésta
en ese mañana que nunca llega
sin futuro ni recompensa.
EL DESPERTAR
Por largo que sea el camino,
donde empieza también termina;
por donde unos se fueron
otros ya han venido.
El viento que no varía
ni lleva a ninguna parte
ni cambia el día.
Por donde a ti te han llevado los años
a mi me han traído.
Y yo sólo quiero que me quieras,
otra cosa no te pido.
Te quiero por esos sueños que tuvimos,
y las palabras no son nada
si no las acompaña el sentido.
Yo prefiero el silencio
cuando tú estás conmigo,
que más valen tus miradas
que las cosas que yo te digo.
LAS ESTACIONES
Cuando se acerca esta estación,
cuando todo florece en el vergel,
cuando los pájaros hacen nidos
y las abejas juntan miel,
también florecen en mi corazón
los recuerdos de mis amores.
La dulzura de aquellas flores
que polemicé en mi juventud.
Y de entre ellas eras tú
la de más vivos colores,
la que más he querido,
la que nuca polemicé
porque no me has correspondido.
Y ahora, cara amiga,
en el otoño de mi vida
cuando todas las hojas han caído,
que marchito está mi vergel,
sin pájaros mi nido
y que ya amarga es la miel
me ofreces tu cariño.
¿Pero qué es el amor
cuando los años se han ido?
El amor es tiempo compartido
esa suma que forman dos
y cuando se divide ese camino
solo quedan los recuerdos
poro el amor se ha perdido.
TUS SUEÑOS SON MÍOS
Escúchame, caro amigo,
estas razones que hoy te digo:
yo soy como la higuera
que sin flores echa higos.
A mi me faltan las palabras
pero se lo que te digo.
No me hables de miel amarga
de hojas caídas, estaciones,
pájaros sin nidos
y jardines sin flores.
Recuerda que yo era una niña
y no sabía que soñabas y sufrías;
pero yo también soñaba contigo,
soñaba de noche y de día,
y cuando me mirabas yo sonreía,
pero callaba y padecía.
Ahora que el tiempo ha pasado
y que los años
por donde te han llevado,
a mi me han traído,
escucha estas razones
que un día tu me decías:
“En algún lugar escondidos
viven los sueños que soñamos”.
y esos sueños que tú soñabas
no pueden estar perdidos.
Porque yo soy el sueño que soñabas
Y tus sueños ahora ya son míos.
IN DE VIAJES Y SUEÑOS
Un poco de humor para aliviar
La nostalgia de las otras posías.
SIN PALABRAS
Habiendo abierto
una tienda de pescado,
una señora muy moaesta,
pide los servicios de un artista
para que le pintara un letrero
anunciando su mercadería fresca.
En esa vidriera, maestro
_con letras bien grandes
que se vean desde 1ejos-
por favor escriba usted esto:
AQUI SE VENDE PESCADO FRESCO
Observando la redundancia
corrige el artista a la tendera:
La palabra AQUI sobraría,
pues cualquiera entenderá
que si esta es una pescadería
aquí se vende el pescado
y no un poco más alla.
Pues tiene usted razón en eso
-contestó convencida la señora-
entonces escriba usted ahora:
SE VENDE PESCADO FRESCO.
SE VENDE habría que anular
dijo el artista insatisfecho,
pues se comprenderá de hecho
que el pescado es para vender
y no para regalar.
Bien dicho y acertaao
_dijo de acuerdo la pescadora-
de la lista quite eso
y escriba solo PESCADO FRESCO.
FRESCO es palabra sospechosa,
y perdone que sea terco,
y yo la quitaría de la lista,
pues aunque el pescado sea fresco
queda mal que usted lo diga.
En eso no había yo pensado.
Entonces escriba solo PESCADO
en letras muy grandes
y quite todas las restantes
que no tienen significado.
PESCADO no lo veo necesario
que por el olor sabría un ciego
que aquí hay una tienda de pescado
sin leer ningún letrero.
Así quedó la vidriera,
Libre de tinta y de letra,
Y la señora pagó la cuenta,
sin regañar y al contado
dicéndo que por un trabajo
tan bién hecho
El precio no era caro.
EL LOCO Y LA PASTA
En una ocasión
visita al psiquiatra
-perdida la razón-
un senor muy sano,
pues enfermo no estaba,
pero que era un gusano
se creía el mentecato.
Y así, con miedo ecapaba
de las gallinas
y los pájaros.
El precavido galeno
le cobró por adelantado,
-no por desconfiar-
sinó porque la metamorfósis engaña,
y le cobró para dianosticar
si era hombre o gusano
o que clase de alimaña.
De esa forma convenció
al paciente el psiquiatra
que no era gusano;
pues si otros bichos
no usan pasta
él era humano.
EL OPTIMISTA
A todos los seres creados,
desde pequeños insectos
a criaturas inteligentes,
había Dios nombrado;
y eran tatos los vivientes
que el Creador quedó cansado.
A tomar su siesta se disponía
cuando llegó uno sin nombrar,
y que no diré quién era,
pues nombre aún no tenia.
Solo diré que el subjeto
no andaba ni corría
y así llegó tarde al reparto.
El Creador, de nombres ya falto,
al verlo tan lento le pregunta:
¿Dónde has dormido criaura?
En una planta, Señor,
que desde ayer le llaman col.
Pues te llamarás Caracol.
Se marchó el ahora ya nombrado
de su suerte echando cuentas,
como los niños a gatas,
pues el andar le costaba caro,
que Dios le diera nombre
pero no le diera patas.
Aún peor mi suerte seria
-cabilaba el arrastrado-
Si anoche cuando dormía
em vez de col eligiera un ajo.
LA ÚLTIMA CENA
Que agasajan al condenado
el día de su muerte
-con un especial banquete-
eso me han contado
y que por igual es tratado
el pecador que el inocente.
Locuras del ser humano,
por que no puede ser saludable
-y perdonen esta frase-
lo que se como y no es echado.
Para el cerdo que es engordado
toda su vida es un banquete
y auque el pobre no lo sabe
va a ser ejecutado.
Así engorda de esa suerte
y todos los día es agasajado
pero no el día de su muerte.
EL DIVORCIO
Un matrimonio,
de edad my avanzada
-ella con más de cie años
y él que de los cien pasaba-
se encontraban en el juzgado
y un divorcio muy apurado
pedían los dos ancianos.
Cada cual sus motivos alegaba,
ella que él la mal trataba
y él que ella era insoportable.
Y así discutían los geriátricos
en escena tan lamentable
sacando a relucir sus trapos.
Si esta unión ha sido tan miserable
-les pregunta el juez alucinado-
por favor uno de ustedes hable.
¿Cómo es qué tamto han tardado
para resolver este divorcio
y ahora lo quieren apurado?
Por buenos cristianos
-contestan los dos paisanos-
y así lo decidimos al casarnos,
que aunque el matrimonio saliera malo
los hijos no serían abandonados
y bajo ese sagrado juramento
decidimos nunca divorciados
hasta que todos hubieran muerto.
LA ZARZA y EL SASTRE
Hace de esto muchos años,
que una anécdota con retranca
me contaban mis paisanos.
La parábula de un sastre
que de día era muy valiente
pero de noche muy cavarde.
Y que una noche tenebrosa,
a ciegas y con pánino
caminaba para su casa,
y a mitad del camino
quedó preso de una zarza.
Con pavura el sastre pensaba
-en aquel momento tan incierto-
que de ladrones se trataba,
alma en pena o algún muerto,
y rezando imploraba
que se llevaran el dinero
pero que lo dejaran suelto.
Así se quedó enganchado
aquella larga noche entera
hasta que abrió el día
y viendo que era zarza
la cortó con la tijera.
Haciéndose ya el valiente
le advirtió al arbusto:
Cortarte así es justo
y correrías la misma suerte
si hombre o fastasta fueras,
que con hombres come este
nadie juegan esas bromas.
BUEN REMEDIO
En una pista comarcal
conducía un todo terreno
entretenido un gardia forestal.
Y así tropieza con un paisano
cabalgando en su caballo
que también iba descuidado.
El encuentro fue tal,
tan fuerte el impacto,
que a la cuneta fue el animal
y el ginete al otro lado.
Cada cual de dolor se quejaba,
roto el cuello el caballo
y el hombre una pierna
y las costillas de aquel costado.
A ayudarles corre el guardia,
que viendo al equino en tal estado,
para sacarlo de su miseria
un tiro le dispara.
Con el revolver en la mano
así echando humo del disparo
va en ayuda del paisano.
¿Cómo está? _le pregunta.
Yo estoy mejor que nunca
-contesta el hombre asustado-
que de un brinco se levanta
y corre saltando en una pata.
DOLOR DE MUELAS
A orillas del camino,
un día de mercado,
se encontraban dos gitanos,
uno de pie y el otro acostado.
Con voz triste y acongojada
limosna pedía el levantado,
el dinero de una pala
para enterrar a su hermano.
Los fereantes que pasaban
unos seguían y otros le daban
pero a nadie le importaba
la muerte del gitano.
Hasta que llegó un paisano,
que antes de soltar las perras,
inquirió sobre aquella muerete.
Mire usted caballero
se murió de un dolor de muelas
que fue un dolor muy fuerte.
Por la boca muere el pescado,
y a ése no le veo escamas ni rabo
y esas son tretas de gitanos.
Así sobre el difunto discutían
el payo y el gitano,
y como de acuerdo no se ponían
ya cansado de escucharlos,
y para terminar con el entuerto
enfadado se levantó el muerto
y como Lázaro se marchó andando.
O RAPOSO SIN RABO
Por el rabo de un raposo
discutían dos paisanos,
sin ponerse de acuerdo
por ser ambos exagerados,
y para uno el rabo era corto
y para el otro era largo.
Para terminar la discusión
uno de los dos fue cortando
pero sin entrar en razón
el otro le siguió alargando.
Y con la misma intensa pasión,
del rabo quita y pon
aún hoy seguiría el argumento,
pero terminó la discusión
cuando el raposo queó sin rabo.
MAL REMEDIO
Un catalán y un gallego
se encontraron en un bar,
lo que se dice de casualid,
y bebieron, como era de esperar,
recordando años de amistad...
hasta la hora de pagar.
Se peleaban por saldar la cuenta,
que aqui pago yo que es mi vuelta
que tú no pagas que yo no quiero,
y con las manos en los bolsillos
discutlan como chiquillos
pero ninguno quitaba el dinero.
Para casos tan extremos
tengo yo un buen remedio,
-les dijo cansado el tabernero-
y trajo de agua dos calderos.
Meter ahí vuestras cabezas
y que pague las cervezas
y el que la quite primero.
Mala idea tuvo el tendero,
que no funcionan experimentos
con catalanes y gallegos
y el hombre perdió su dinero,
pues se ahogaron los dos
con la cabeza en los calderos.
BARBAS LONGAS
Cuentan de dos catalanes
-hermanos de oficio pastores-
que en busca de pastos mejores
uno se marchó a las ameriacas
donde hizo gran fortuna,
y el otro no hizo ninguna
por cuidarde sus ganados.
Veinte años después
regresó el afortunado
y allí halló a su hermano
con la barba hasta los pies.
Pero tu -exclamó el americano-
es que nunca te has afeitado
desde el día que he marchado.
No, hermano -a forma de queja
le regaña el fratelo-
ni afeitado ni cortado el pelo,
recueda que tu te has llevado
la navaja y la tijera.
MOSCAS ESPAÑOLAS
Una dama inglesa, muy tacaña
-que tenía fóbia de las moscas-
en una ocasión visita España.
Y por no soltar las libras
se aloja en hotel sin estrellas.
En el vater casi cae muerta,
-y adiós vacaiones felices-
cuando al abrir la puerta
un enjambre de moscas
le pega en las narices.
Protestaba en la conserjería,
la mujer muy acalorada,
pero lo que decía no se le entendía,
no por el español que hablaba
sino por las moscas que escupía.
No vaya al servicio tan temprano
al fin le aconsejó el regidor,
-que le escuchaba muy paciente-
haga como la otra gente,
y espere a que sirvan el almuerzo
cuando se van todas al comedor.
DIME CON QUIEN ANDAS
Habiendo un buen paisano,
de esos mercaderes con retranca,
adquirido en el mercado
un cerdo muy barato,
se cogió una buena tranca
para celebrar el trato.
Sintiédose el hombre mareado,
para descansar un instante
se acostó a orillas del camino
y dormido se quedó el tratante
en opmpañía del gorrino.
Pasando por allí unas mujeres,
que regesaban del metcado,
encontron a los dos animales
qué estaban allí rocando.
Dime con quién andas
y te diré quien eres,
acordándose del refrán
comentaron las mujeres.
La comparación ofenió al cerdo,
que por su instinto salvaje
tenía el sueño muy lijero.
Miró para su dueño allí tirado,
dijo algo en en su lenguaje
y se marchó muy enfadado.
_ ***
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